No tengo nada que ponerme. Estoy pensando en cancelar la fiesta de esta noche solo por este motivo… bueno, y también porque estoy demasiado nerviosa. Lila llegó con treinta vestidos y varios conjuntos, pero siento que ninguno me queda bien, algunos me quedan grandes, otros chicos, otros no me convencen. No soy de tener problemas con la ropa, pero esta vez se me está haciendo muy difícil. —¿Y si te ponés el vestido que te regaló el italiano? —me pregunta. —No, lo usé ayer y además es demasiado escotado y corto. Hace una mueca y me siento en la cama bufando. —Voy a cancelar —expreso—. No puedo hacer esto. Es demasiada presión para mí, y es demasiado pronto para anunciarlo. —¿Pronto? A ver, Nina, que la boda es en tres meses. Si no lo anuncian ahora, lo van a tener que hacer con l