El reanudó sus movimientos un instante después, sin soltar ni una sola palabra. Ni siquiera su expresión me deja descifrar lo que está pensando, solo se muestra atento e interesado en lo que estamos haciendo.
No sé si sentirme bien o mal por eso, pero intento no darle vueltas al asunto y seguir disfrutando de sus caricias y sus embestidas que cada vez se incrementan en fuerza y velocidad, logrando que ese cosquilleo de placer comience a formarse en mi interior.
Cuando terminamos, nos quedamos en silencio. Solo se escuchan nuestras respiraciones y siento su corazón latiendo con rapidez cuando apoyo mi cabeza en su pecho. Él acaricia mi cintura con suavidad y emite un suspiro de cansancio. Lo miro, pero está pensativo y creo que no quiere decir absolutamente nada. Me aclaro la voz.
—¿Q
