No hubo tiempo para el intento de coqueteo planeado. Esteban no estuvo en todo el día, yo tenía muchos quehaceres y Leandro se la pasó hablando con Jorge y midiendo cosas. Cada tanto veía por la ventana y me encontraba con el jardinero, bastante interesado en sus plantas, pero al mismo tiempo con el oído en la casa. Me da la sensación de que es un hombre tan solitario que su único pasatiempo es ser chusma. No lo culpo, esta casa es demasiado aburrida. Cuando se termina mi turno, me preparo para salir, pero Leandro me detiene. —¿Hablabas en serio cuando me invitaste a tu fiesta? —interroga. —Sí, claro, pero no estás obligado. Si no tenés ganas… o sea, apenas nos conocemos —replico. —¿Cuál es tu dirección y tu teléfono? —quiere saber sacando el iPhone de último modelo de su bolsillo. Le