Me estiro en la cama con un bostezo y miro de reojo a Esteban. Está durmiendo boca abajo, con la boca abierta y la respiración lenta. Sonrío y me doy cuenta de que son las diez de la mañana, así que lo despierto porque probablemente llega más que tarde al trabajo. —Es sábado hoy, mi amor —comenta en un murmullo manteniendo los ojos cerrados. —Cierto. No sé en qué día vivo —replico sintiendo lástima porque lo desperté en su día libre. Me siento con lentitud y él me agarra para que no me vaya. Me río y abre un solo ojo. —Uno, no nos vamos a mover de esta cama en todo el día. Dos, me encanta despertar a tu lado y verte sonreír. Tres, estás castigada porque me despertaste —dice. Acaricio su pelo y arqueo una ceja. —¿Me vas a tener de esclava todo el día? —interrogo. Hace un sonido