Capítulo #5

1325 Palabras
—Usted dirá —dije sentándome frente a él. Dejó unos documentos junto a un lapicero hacia un lado y se dignó a mirarme, y como siempre me causó ese nervio que lograba provocarme en mí cada vez que me miraba con atención. —Amelia me dijo que rechazaste lo que te ofrece la empresa por trabajar con nosotros —dijo entrelazando sus manos sobre el escritorio. ¿¡EN SERIO!? ¿En serio era eso? Casi me da un ataque por eso. Suspiré. —No es necesario —expliqué. Mi padre era un maldito borracho, ¿cómo iba a hacer con él en un departamento? Además, sabía que se negaría rotundamente por su trabajo, dudaba de que en un departamento lo aguantaran. —¿Cuánto tiempo te toma llegar aquí? —preguntó. —Casi una hora —contesté mirándolo preocupada. —¿Y entonces? ¿Por qué no lo aceptas? Quiero que estés cómoda, como todos mis trabajadores —insistió. —No se preocupe, todo está bien —mentí. —Es raro que no aceptes las comodidades que te brinda mi empresa, si no me quieres decir lo que sucede como de jefe a empleada, dímelo como amigo, nos conocimos antes de lo laboral —se inclinó hacia atrás encogiéndose de hombros. —No creí que fuera el dueño —solté al recordar como nos habíamos conocido, y me sentí apenada. —¿Sabes que está en el contrato? —asentí. Obviamente, lo había leído. —. Tú no quisiste, así que, no te voy a aceptar que llegues tarde —dijo más serio. —No pasará, se lo aseguro. —Bien, pero en cualquier momento que cambies de opinión sólo habla conmigo o con Amelia. Asentí agradecida. ¿Era así con todas sus empleadas? No tenía idea. —Eso era todo. Me retiré y regresé a mi escritorio, me había preocupado de nada. No podía abandonar a mi padre e irme a vivir sola a aquel departamento, tampoco podía llevar a mi padre a vivir allí conmigo porque me metería en serios problemas, y yo no quería eso, además vivir en la ciudad no era lo mimos que vivir en el pueblo. Mi primera semana de trabajo fue todo un éxito aunque agotador, no había tenido ninguna hora extra todavía, trabajaba mucho en casa por lo que tenía casi todo al día. Me alejé de la oficina y avancé hacia mi escritorio, pero a medio camino me topé con un joven muy parecido a Dylan. —¿Tú eres la asistente de Dylan? —preguntó con voz demandante. —Sí —contesté preocupada, miré alrededor y vi a todos los demás mirándome, ellos le habían dicho, él ya sabía que era yo. —Tenía una cita con él, ¿Por qué lo pospusiste? —preguntó, mirándome fijamente a los ojos, parecía buscar intimidarme. —Le expliqué claramente que el señor se encontraba ocupado, sólo lo pospuse por dos horas más tarde —expliqué lo más pacífica posible. —¿Sabes quién soy? —preguntó señalándose. —¿Debería? —me defendí. —¿Qué eres tonta? La familia no se pospone —refutó. —El señor está ocupado —seguí en la misma postura. —Me importa un carajo —alzó la voz. —. Has bien tu maldito traba... —Cierra la boca Nelson —ordenó Dylan, se escuchaba muy molesto. —. Y no le vuelvas a hablar así ¿ok? —demandó colocándose a mi lado. —¿Qué? —espetó su hermano mirándome muy mal. —.Estás defendiendo... —me señaló. —¿Qué tal si te disculpas? —dijo Dylan muy serio, hasta ahora no lo había visto enojado. —Esto es el colmo, hermano —gruñó. —No es necesario —comenté bajito. Dylan me tomó del brazo impidiendo que me moviera. —Discúlpate ahora, Nelson —ordenó. —Bien, lo siento —dijo de mala gana. —Ella es mi asistente, trátala con el debido respeto que se merece, trabaja para mí no para ti, y eso va para todos —dijo mirando alrededor. —Está bien —asentí mirándolo neutral, él sólo suspiró. Se veía muy molesto, sólo por haber pedido disculpas. —Dame un momento —le pidió a su hermano y me indicó con la cabeza que avanzara hacia su oficina. Me presentó al socio al que estaba atendiendo y luego sólo quedamos él y yo. —Lamento lo de mi hermano... —No, gracias por... eso —tartamudeé mirándolo a penada. —Si alguien te molesta, dímelo ¿de acuerdo? —pidió, me miró con cierta curiosidad y le sonreí, me sonrió. Nos sonreímos. —Está bien —asentí. —Ahora dile a mi hermano que puede pasar. Sentí y me di la vuelta para salir de la oficina, miré alrededor y vi al tal Nelson coqueteando con una de las chicas, sintió mi mirada y volteó a verme. —Puede pasar —dije en un tono que me escuchara. Me clavó los ojos mientras avanzaba hacia mí, no me moví de lugar, no me gustaba que los hombres me intimidaran, a una mujer se lo aceptaba pero a mi sexo opuesto no. Inclinó su rostro de golpe hacia el mío, no me moví, ni siquiera me espanté. Yo trabajaba para su hermano, no para él, por lo que debía de preocuparme sólo por el señor Dylan y no por un niño mimado que lo tenía todo. —Interesante —murmuró y se esfumó de mi presencia. Suspiré y regresé a mi escritorio, inmediatamente que me senté empecé a escuchar como los demás cuchicheaban sobre lo que pasó. —¿Crees que hay seducido al jefe? Esto nunca había pasado, la defendió de su hermano sin miedo a nada. —Tal vez es de esas que tiene trucos para endulzar... Alguien se aclaró la garganta, y levanté la mirada para ver de quién se trataba, era Amelia, quién me dedicó una leve sonrisa y siguió de largo. —No le hagas caso, sólo te tienen envidia —me susurró la chica que se sentaba detrás de mí. —. Eres muy buena y le caíste muy bien a Amelia, ellas no la soportan. Sonreí. —Gracias. Seguí con mi trabajo tranquilamente hasta la hora de almuerzo, no pensaba bajar a comer por lo que me puse a leer. —¡Hola! Jadeé de la impresión, levanté la cabeza y miré al chico que tenía en frente. —Hola —dije en voz baja. —¿No vas a almorzar? —preguntó apoyándose un poco a mi escritorio, parecía estar en modo conquista. —No. —¿Y si me acompañas? —propuso seductor. Rasqué mi cabeza dudosa. —Estoy bien, gracias. Miré detrás de él y vi a su compañero de trabajo, pensé por un momento y volví mi mirada hacia él. —Tal vez quieras otro día —meneó la cabeza y se alejó. Lo observé marcharse, y me reí al su amigo burlarse de él por no haberlo conseguido. Volví a concentrarme en mi celular, olvidándome completamente de alrededor. —¿Luna? —escuché su voz cerca, por lo que apagué mi celular y busqué su mirada. —. ¿Por qué no vas a almorzar? —Estoy bien —fingí una sonrisa. —¿Por qué no me acompañas a mi y a mi hermano? —negué con la cabeza. —. Anda, pagaré lo que sea que pidas. —Otro día, será un almuerzo familiar, no quiero molestar, además, su hermano no estará muy contento —me excusé. —Merecería el mal rato por haberte faltado al respeto, pero si no quieres está bien, si cambias de idea, sabes donde estoy. ¿Era así con todas? ¿Por qué era tan bueno y educado conmigo? Y lindo podría agregar. Si seguía así, algo podría pasar, ¿debería preguntarle? Decir: señor, ¿así trata a todas? ¡Ni loca!
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR