La primera sonrisa que vi, o que al menos mi memoria recuerda, es la de mi madre, papá estuvo presente, pero nunca antes que mi madre, por una u otra cosa, mamá siempre hacia algo y él solo las replicaba. La sonrisa, las llamadas de atenciones, las lecciones aprendidas, el llanto, y la muerte. Me había dejado del mismo modo que mi madre, de la nada. Tenía el corazón partido, eso era decir poco, pero, aun así, estos seres me seguían viendo de esta manera acusadora, temeraria, cuando yo había sido quien les había solucionado el problema, cuando la única que había perdido aquí era yo. Creí que ver la mirada temeraria y desconfiada de aquel que se llamaba a sí mismo mi esposo, iba a ser todo lo máximo que iba a presenciar, pero estaba tan lejos de la realidad. Lo supe cuando sentí las mano