En su cunita, Joanne dormía plácidamente, ajena a lo que le ocurría a su madre.
Ella se acercó a la cuna y se quedó mirando a su hija. Le acarició la cabeza con las yemas de los dedos y el llanto comenzó a salir de sus ojos sin poder remediarlo.
Había pasado del odio al amor con Stefan y temía perderlo igual que perdió a Oscar. ¿Por qué sentía que algo le estaba ocultando?
Tocaron a la puerta y, para que no la vieran llorar, se secó las lágrimas antes de dar el paso. Tapó a su niña y, aguantándose las lágrimas, se giró.
Abrió los ojos al ver que se trataba del padre de su pequeña.
— ¿Qué haces aquí? – preguntó ella, mientras que él cerraba la puerta.
— ¿Acaso no puedo ver a mi familia? – Contestó con una pequeña sonrisa, acercándose a su esposa. – Sé que te dije que ayer tu padre
