ANTONIO...
- ¿a quién quieres que mate? – pregunta Massimo junto a mi mientras vamos en el asiento trasero de auto dirigiéndonos a casa. Me encuentro con la cabeza recostada hacia atrás y los ojos cerrados luego de la intensa noche que tuvimos.
- Un daño colateral – respondo sintiendo la garganta seca
- ¿Por qué no lo matas tú?
- Dejemos esto para cuando lleguemos a casa – hablo queriendo dormir un poco ya que al llegar a casa tengo muchas cosas por hacer, pero el muy imbécil continúa hablando.
- ¿es verdad que Sebastián se casó con una de las cabezas del cerbero? – abro los ojos girando un poco para observándolo sin cambiar mi postura. - ¿es tan hermosa como dicen?
- Hermosa – hablo pensando en mi cuñada – esa palabra no le hace justicia a la muñeca rusa. – hablo con confianza ya que Massimo tienen la confianza de mi familia.
- ¿muñeca rusa? – pregunta divertido
- Si, Inna parece una muñeca, hermosa y delicada – cierro los ojos y de inmediato Maria paula viene a mi mente – las mujeres que nos rodean son una autentica belleza – comento sonriendo de lado.
- Tu hermana es una diosa – niego con la cabeza.
- Mi hermana y cuñadas son hermosas – a mi mente viene una autentica diosa – pero no se comparan a la mujer más jodidamente hermosa que he visto en mi vida – al decir esto la imagen que aparece en mi mente me hace fruncir el ceño – la demonio Sokolov.
- He escuchado que es bellísima – sonríe y yo con él - ¿cuñadas?
- Si, Inna, esposa de Sebastián y Andrea, novia de Santiago.
En ese momento llegamos a la casa donde nos estamos quedando luego de Hanbal destruyera la nuestra. Bajamos rápidamente del auto y al llegar a la entrada veo a mi hermana aparecer en ropa de deporte haciendo que la observe frunciendo el ceño. ella no puede hacer ejercicio.
- ¡Massimo! – chilla ella llegando hasta nosotros abrazándolo. - ¿Cómo estas?
- Decepcionado – responde el imbécil ganándose un golpe de mi parte y una mirada confundida de parte de mi hermana – te casaste y no conmigo – Katrina estalla en una sonora carcajada.
- El corazón tiene extrañas formas de actuar que la mente jamás entenderá – responde ella sonriente, noto a Gabriel tras ella molesto al verla abrazando a Massimo.
- Te van a pegar un tiro en la frente – comento divertido notando a mi hermana sonreír divertida mientras mi cuñado camina hasta nosotros.
- Massimo – mi hermana se aparta poniendo a Gabriel a su lado – mi esposo, Gabriel Nieto.
- Envidia es lo que te tengo en este momento – habla Massimo estrechando la mano del esposo de mi hermana.
- Y yo soy muy afortunado – responde mi cuñado y yo abrazo a mi hermana por los hombros besando su sien.
- ¿A dónde vas? – pregunto para que solo ella me escuche.
- Vamos a trotar – responde ella frunciendo el ceño – hueles a puta.
- No puedes ¿verdad? – digo alejándola un poco de los dos hombres que empezaron a conversar.
- Si puedo, no te preocupes que estamos bien. – besa mi mejía y noto que contiene la respiración – ve a darte una ducha que apestas y mi olfato está muy sensible. – beso su frente antes de alejarme un poco de ella.
- ¿me ayudas con Massimo? – pregunto a lo que ella asiente con la cabeza.
- No tardes para que desayunemos – ordena y yo sonrio dirigiéndome a mi habitación donde noto a dos hombres en la puerta lo que me sorprende, pero no digo nada y me adentro.
Camino directo al cuarto de baño desnudándome en el camino, al entrar dejo mi arma en el lavado para luego adentrarme en la mampara duchándome a conciencia y que no quede rastro de algún olor que pueda molestar a Kat y al bebé. Me tardo más de lo habitual para cuando salgo tomo una toalla pequeña para secarme el cabello caminando desnudo hasta lavado donde me cepillo los dientes.
- ¡por Dios! – escucho tras de mi lo que me hace tomar mi arma apuntando a la persona que se encuentra en la puerta observándome con los ojos abiertos como platos. Maria Paula.
- ¿Qué haces aquí? – pregunto bajando el arma dejándola de nuevo sobre el lavado al tiempo que la escaneo con la mirada. Esta vestida con una de mis camisas la cual cubre justo lo necesario por lo que no sé si es lo único que la cubre. Su cabello esta suelto un poco despeinado, pero no deja de ser bellísima.
- Créame – habla adoptando una postura de aparente seguridad – me he preguntado lo mismo desde que me secuestraron. – sonrio observándola acercarse y notando un leve rubor en sus mejillas. Entonces recuerdo que le ordene a Julián traerla a mi habitación - ¿po...podrías taparte? – habla mientras se esfuerza por mirarme a los ojos y recuerdo que estoy desnudo.
- Estoy en mi habitación – respondo burlón volviéndome hacia el lavado a terminar de cepillarme los dientes observándola a través del espero y al hacerlo teniéndola tan cerca. Tiene un golpe en su hermoso rostro y un hematoma en uno de sus brazos. - ¿alguien te golpeo? –me acerco a ella levantando la corta manga de la camisa notando otros tres moretones en forma de dedos.
- ¿te importa? – se suelta bruscamente alejándose de mi – quiero hacer mis necesidades – siento mi sangre hervir mientras ella pasa de mi rebuscando en los cajones notando que toma un cepillo de dientes.
- Maria Paula... - empiezo a decir, pero ella tomándome por sorpresa toma el arma y antes de que pueda desarmarla me dispara - ¡mierda!
Sin pensarlo dos veces ella sale de allí corriendo con el arma en la mano, bajo la mirada hasta donde siento dolor notando que, si bien la bala no me dio, me rozo en una pierna.
- Hija de puta – hablo sonriendo viendo la sangre deslizarse por mi pierna.
- Salgan de mi camino – escucho la voz aterrada de Maria Paula, salgo de allí importándome una mierda la herida y que este desnudo. al volver a la habitación veo que en la puerta se encuentran los hombres que cuidaban la puerta, Julián y Massimo apuntándole a Maria Paula.
- No saldrás viva de aquí. Muñequita – le habla Julián en un tono de voz que me molesta y más cuando ella empieza a llorar.
- Tienen razón – baja el arma observándolos y entonces noto lo que quiere hacer, por lo que intento correr para llegar a ella.
- ¡MASSIMO! – grito viendo como ella lleva el arma a su cabeza e instantes después se escucha un disparo, el cual me deja sin aliento.