Después de unos minutos, Noah salió de la habitación, ya completamente vestido y con una actitud relajada. Encontró a Ale y Charlie en la cocina, este último muy concentrado mientras ayudaba a batir la mezcla para los panqueques. La escena le arrancó una sonrisa inevitable. —¡Ya casi estamos listos! —anunció Ale, mientras le guiñaba un ojo a Noah. —¿Puedo ponerle chocolate? —preguntó Charlie, mirando a Alessia como si buscara su aprobación. —Claro que sí. Panqueques con chocolate suenan deliciosos —respondió ella, disfrutando de la inocente alegría en el rostro del niño y sacó la salsa que el niño necesitaba. Los conejos quedaron un poco extraños, pero Charlie se sentía feliz y orgulloso porque “él mismo había puesto la masa en la plancha”, con ayuda de su papá. El desayuno transcurr