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MORÍNS
-2 meses después-
Jamás había tenido una relación a distancia o más bien algún tipo de relación que yo considerara así. Había salido con una u otra chica cuando estaba más joven y tuve mi primer encuentro s****l cuando me fui por un rato a estudiar la universidad pero, nada que pudiese considerarse como relación en sí o al menos de mi parte. Sin embargo, ahora con Sila es diferente, se siente así, como este tipo de relación en la que está involucrado el amor, la espera, el hecho de saber qué juntos tenemos algo. Desde que empezamos a hablar no hemos parado de hacerlo.
Todas las mañanas me despierto con un "buenos días" de su parte y un pequeño resumen de lo que hará en el día; Sila, encontró, literal, una parte alta en San Gabriel donde hay señal y puede enviarme mensajes. Yo le respondo de igual forma y durante el día voy enviando mensaje de lo que estoy haciendo, desde la junta más aburrida hasta algo que vi que quiero compartirle. Como por ahí de las seis de la tarde recibo su respuesta y me envía un "buenas noches" que yo respondo de inmediato porque sé que después ya no habrá señal. La posibilidad de video llamadas aún no es posible, pero los mensajes y las fotos es algo que nos mantiene sonriendo como idiotas.
Por mi parte, yo voy bastante bien. La evaluación de mi primer mes en la fundación fue bastante alta y admito que me encanta mi trabajo, aunque confieso que es bastante pesado, ya que Manuel Ruíz de Con a desahogado todo lo que tenga que ver con México hacía mi sede y ahora lo tenemos que gestionar, así como los nuevos proyectos de expansión hacia unas partes de América Latina. Tengo nuevo personal, escogido entre Xóchitl Hernández y yo, un asistente llamado Pablo que lleva mi agenda, las juntas tanto presenciales como de video llamada y la asistencia a eventos, donde ahora me he vuelto el porta voz de la fundación.
Xóchitl, me dijo que antes Manuel se encargaba de estas cosas junto con David, y que prácticamente se la pasaban de un lado para el otro viajando, además de que debían ir a San Gabriel a dar seguimiento a sientas obras. Ojalá yo pudiera ir a San Gabriel, porque Sila está allá y podría verla después de tantos años pero, mi función no es esa, todavía, así que debo permanecer en la Ciudad de México, en la oficina y administrando esta sede; supongo que algún día, me tocará ver a Sila, aunque otras personas tienen otros planes.
[...]
—Señor Moríns, tiene llamada en la línea dos— escucho a Pablo en la puerta de mi oficina mientras estoy con la mirada pegada en uno de los informes que me enviaron.
—Ya te dije que me llames Moríns, no es necesario eso de "Señor Moríns"— lo imito y él sonríe.
—Lo siento, Moríns, tienes llamada en la línea dos.
—¿Quién es? — pregunto volviendo a ver el informe.
—La jefa.
Levanto mi mirada y subo mi ceja —¿la jefa?
—Sí, sí... la jefa, jefa, jefa, la de la foto que tienes en el pasillo junto a los otros dos jefes.
—¡María Julia Ruíz de Con!, ¿esa jefa?
—Sí, esa jefa— me asegura y no sé cuántas veces hemos repetido la palabra.
—¿Es videollamada? — pregunto tontamente.
—¡Que no!, es la línea dos, y mejor conecta antes de que cuelgue; esa mujer está siempre muy ocupada.
Descuelgo el teléfono y sin perder tiempo digo un "¿Diga?", hablando con mi voz más varonil.
—Francisco Moríns, habla María Julia Ruíz de Con, la presidente del Conglomerado CanCon, ¿te interrumpo?
—No, no, para nada, digo, tengo trabajo pero no me interrumpe— vacilo en mi respuesta.
—Bien, mi llamada será breve. Sólo quiero decirte que en dos días tendremos una junta para ver algunas cosas del Conglomerado y entre ellas está presentar al nuevo administrado de la sede en México de la fundación, por lo que llamo para invitarte y que dejes todo listo para tu ausencia de unos días.
Me quedo en silencio. Capto lo que María Julia me está diciendo pero a la vez no me la creo, ¿quiere decir que viajaré a Madrid?, ¿a España?, ¿a Europa?, ¿a la tierra del Real Madrid?
—¿Francisco Moríns?, ¿me escuchas? — vuelvo a escuchar la voz de María Julia.
—Sí, sí, claro que sí. Yo dejaré todo listo para mi ausencia, muchas gracias— respondo.
—Bien, entonces nos vemos en unos días.
—¡Espere!— se me sale de pronto y ahora me arrepiento de tratarla con tanta familiaridad.
—¿Dime?
Suspiro un poco arrepentido —¿cómo está el clima en Madrid? — pregunto y ella se ríe.
—Ya veo porque le agradas a mi cuñado— se ríe—no hace tanto frío pero, para ti, será un congelador, así que mejor trae abrigo, hasta luego.
—Hasta luego— respondo para después terminar la llamada con una sonrisa.
No lo puedo creer, ¡iré a Europa!, iré a Madrid y no como un mochilero sino como una persona importante e indispensable para un Conglomerado.
—¿Todo bien? — me dice Pablo al ver mi rostro que al parecer parece un poema indescriptible.
—Todo perfecto, todo perfecto— le contesto lo más serio posible, aunque muy dentro de mí quiero pararme y ponerme a saltar por toda la oficina de felicidad, pero no creo que para un hombre de 26 años sea una actitud correcta— Pablo, voy a necesitar que te reúnas conmigo para algunas cosas, ya que estaré ausente unos días.
—Entendido— responde y luego camina hacia mí.
—No, no, ahora no, primero, comunícame con mi madre, debo hablar con ella— le pido y él asiente con la cabeza para después retirarse de ahí.
Cuando le hablé a mi madre, justo estaba vendiendo una de las casas en Puerto Vallarta y tuvo que salirse de ahí para felicitarme y expresar lo feliz que estaba por mí. Ella, antes de que yo naciera, ya había ido a Europa con mi padre y siempre quiso que yo conociera el continente, por lo que era evidente su felicidad y sobre todo orgullo.
Tal vez suene un poco tonto que con cada logro, aventura o hazaña que me sale bien le llame a mi madre de inmediato pero, yo no lo veo así. Por años fui un chico bastante problemático, sobre todo en el área de las calificaciones y desempeño escolar, y veía como mi madre se preocupaba por mí. Creo que si en esa época recibía llamadas para decirle “su hijo Moríns va a reprobar”, creo que ahora debe recibir llamadas donde le cuenten “su hijo Moríns, va a viajar a España como representante de la Sede”, así que no le veo nada de malo.
También, le escribí todo un mensaje a Sila comentándole lo que me había pasado. Le escribí un mensaje tan largo que creo no le alcanzará la señal para que se descargue. Sin embargo, quería contarle todo sin evitar detalles. Terminé el mensaje diciéndole: “Ojalá estuvieras allá y no en San Gabriel, así podría verte”, y se lo envíe para continuar con mis actividades.
Después de ahí las horas se me fueron rápido, tanto que cuando me di cuenta ya eran las siete de la noche y yo, junto con Pablo, éramos los únicos que no habíamos abandonado el edificio. Cuando me subí al auto, para que el chofer me llevara a casa, saqué el celular para percatarme que Sila no había visto mi mensaje, por lo tanto el mensaje de “buenas noches” aún no estaba en mi bandeja de entrada.
—Qué raro— murmuré — tal vez no encontró el punto exacto para la señal.
Sin embargo, como si ella me estuviese escuchando, su llamada entra haciendo mi día mucho mejor.
—Hola— respondo.
—Hola— me dice con esa voz tímida que siempre usa.
—Ya me habías preocupado, pensé que no habías encontrado ese punto de señal que nos mantiene comunicados.
—Es que no estoy en San Gabriel — me responde entre risas.
—¿No?, no recuerdo que me hayas dicho que te moverías, ¿estás haciendo campaña de nuevo?, ¿cuánto dura eso?
—Dos años.
—Dos años— murmuro— Y, ¿ahora dónde vas?
—Al norte.
—¿Al norte? — pregunto mientras veo cómo pasa la ciudad.
—Sí, estaba en Oaxaca y ahora voy para el norte pero, estoy haciendo escalas.
—¿Escalas con señal? — inquiero y ella se ríe.
—Sí, escalas con señal. Incluso, en la que estoy hay muy, muy, muy buena señal tanto que me sentirás muy cerca.
Sonrío — eso me gusta, así podré enviarte mensajes más seguido y la respuesta será mas rápida sin que tengas que subir a un cerro.
Sila se ríe — créeme, la respuesta será casi inmediata, incluso más que enviarme mensajes podremos hacer otra cosa.
—¿Video llamada? — inquiero.
—También se podrá pero, no.
—Bueno, entonces no sé de qué me estás hablando— comento— espera, ya llegué a mi casa— le pido y abro la puerta para bajarme del auto y caminar por la calle hacia el departamento. Amo vivir en centro de la ciudad pero con todo el tráfico y que los autos no pueden entrar a donde vivo, de la calle a la casa me queda un poco lejos. Tomo de nuevo la llamada — lo siento, ¿me decías?
—Te decía que podrás hacer más que una videollamada— continua.
—No soy muy bueno con las pistas, así que mejor dímelo directo si no llegaré al departamento y seguiré diciendo idioteces. He aprendido que contigo el tiempo es valioso— recito.
—Esa frase es muy bonita — me contesta —¿me la repites de nuevo?
—He aprendido..
—No, así no, ¿qué te parece si me la dices al oído?
Me río — Sila, tu oreja está sobre la bocina, técnicamente te la estoy dando al oído.
—Lo sé, pero nos separa un aparato y yo hablo literal al oído— me corrige.
—Y, ¿cómo te la daré al oído si…?
De pronto veo a lo lejos a una mujer, con el cabello suelto sobre los hombros, vestida con unos pantalones de mezclilla y una camiseta que dice “Fundación Sila Canarias” y el logo del Conglomerado. Su mano, se posiciona sobre el oído y al verme me sonríe.
—Dime que eres tú la que está justo en la entrada del edificio.
—Lo soy— escucho su voz.
Así, como si un golpe de adrenalina subiera por mi cuerpo, corro hacia ella y la abrazo levantándola por los aires. Sila se ríe, mientras toca mi rostro y me ve a los ojos.
—He aprendido que contigo… El tiempo es valioso — recito para después darle un beso.