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SILA
Entonces Moríns me carga entre sus brazos y siento como mi corazón late fuerte de nuevo. Por años estuve alejada de él, y ahora lo tengo aquí a mi lado y la fotografía de los dos es más que perfecta. Sigue siendo tan Moríns y tan guapo como siempre.
―¿Qué haces aquí? ― me pregunta con esa sonrisa preciosa que siempre me da.
―Vine a visitarte. Tengo un fin de semana libre, así que dije, ¿por qué no?
Por un momento nos vemos a los ojos y yo me sonrojo. Al parecer, ninguno de los dos sabemos que hacer en este instante, así que lo único que hago es sonreír y acariciar su mejilla ―¿subimos? ― pregunto.
―Sí, sí, claro, vamos.
Él me toma de la mano y abre el portón del edificio para que podamos entrar ― ¡Guau!, entrar aquí siempre me trae recuerdos― le comento.
―Sí, tu departamento es como una cápsula del tiempo. Está llena de fotografías de toda la familia. Te vi a ti de pequeña, al lado de otra niña.
―Es Sabina, mi prima, pensar que ahora ya tiene 26 años, ¿puedes creer?― le pregunto.
Al llegar al último nivel, Moríns abre la puerta del piso y al prender la luz el destello de colores me invaden haciéndome sonreír. Veo que todo está completamente ordenado y limpio. Comienzo a caminar a mi alrededor y me acerco a las fotos que hay sobre uno de los muros. Al ver a mis abuelos sonrío.
―Mi abuelo hizo este piso para mi abuela― le comento, mientras él está en la cocina― ella vivía dos niveles abajo y cuando se conocieron él le prometió que le daría su jardín en el tejado. El libro de mi tío Manuel dice que mi padre hizo las reparaciones durante meses e incluso mi mamá nació justo ahí, en la sala.
Moríns se acerca a mí y sonríe al ver la fotografía de mis abuelos en día de su boda ― se notaba que eran almas gemelas.
―Lo eran, tanto así que él no se fue sin ella ― explico. En fin.
―En fin― repite él nervioso.
Volteo a verlo y me muerdo el labio―¿esa es la habitación? ― pregunto.
―Sí, ahí es la habitación― responde.
Dejo la fotografía en su lugar y camino hacia donde se encuentra la recámara principal. Al abrirla veo ese toque Caballero por todos lados que me recuerda a la casa de mis abuelos en Vallarta.
―Lo siento si…― empieza a explicar. Sin embargo, yo, me acerco a él y le doy un beso sobre los labios que, él inmediatamente, responde sin pensarlo.
Una vez más regreso a ese momento con Moríns. En medio de la carretera, viendo el atardecer y declarándole mi amor mientras sabíamos que el tiempo estaba en nuestra contra. Vuelvo a acariciar su nuca, a jugar con su cabello rizado y él está vez se atreve a poner sus manos sobre mi cintura. Ya no soy una niña, ahora estamos listos para esto.
Nos separamos dejando un beso sin terminar y luego él me ve a los ojos ― Sila― murmura.
Sin embargo, de inmediato me quito la playera y la aviento hacia alguna parte de la habitación y él sonríe nervioso e incluso veo que se sonroja un momento.
―¿Estás segura? ― me pregunta.
―Lo estoy… ― contesto mientras comienzo a quitar su saco y cae a sus pies.
Moríns me toma de la cintura y me carga para llevarme hacia la cama y recostarme sobre ella. Por unos momentos me ve a los ojos y me toca con la punta de sus dedos las clavículas de mi cuello ―Eres tan hermosa― me murmura ― me encantan tus ojos.
Me muerdo el labio ― no sabes cuántas veces deseé esto, años atrás― confieso.
Él se endereza un poco para después desabrochar su camisa y quitársela, mostrando su pecho y en él un tatuaje de un corazón, igual al que yo dibujé en el cuaderno de anatomía que yo le regalé. De inmediato subo mi mano y lo toco ― “para que siempre encuentres tu corazón”― me murmura.
Una vez más los labios de Moríns se acercan a los míos y ahora es él quién me besa con tanto deseo que siento como toda mi piel se eriza. Sus manos son tan conocidas para mí, esas manos largas y suaves que muchas veces me tomaron de la mano cuando caminábamos, las que varias veces dibujé mientras estaba distraído. Ahora estas recorren todo mi cuerpo, despojándome de la ropa y descubriendo mi cuerpo que poco a poco queda desnudo debajo del suyo.
Su boca baja a mis pechos que levemente están iluminados por la luz de la farola de afuera y después de tanto tiempo vuelvo a sentir placer. Uno que ha llegado esporádicamente a mi vida y que ahora disfruto al máximo. Con mis manos revuelvo su cabello rizado, acaricio su espalda para después aferrarme a las sabanas al sentir su boca en mi intimidad. Nunca me hice a la idea de como sería esto con Moríns, pero estaba segura de que me encantaría.
El sentir su cuerpo encima del mío, nuestras pieles rozándose al mismo son y escuchar sus gemidos sobre mi hombro, me hace entrar en un trance tan perfecto que me he olvidado de todo y solo estoy aquí, con él, en esta pequeña burbuja que nos cubre a los dos.
Moríns, coloca sus manos por debajo de mi espalda y con una facilidad me levanta para quedar a ahorcajadas sobre él y verlo a los ojos― no sabes cuánto te quiero Sila Canarias ― me confiesa entre respiraciones agitadas.
Yo acaricio su rostro, para después besar sus labios ― Te quiero Francisco Moríns ― contesto.
Y una vez más, él entra en mí y juntos volvemos a comenzar ese ritmo que nos causa tanto placer, haciéndonos saber que esto que estamos empezando, estaba destinado a ser.
[...]
―¿Por qué te tatuaste el corazón? ― le pregunto mientras ambos estamos desnudos, recostados sobre la cama, escuchando la lluvia de fondo― ¿A caso perdiste el libro de anatomía?
Él niega con la cabeza ― ese libro va conmigo a todas partes, ahora se encuentra en el cajón del buró. Ya me lo sé de memoria, de tanto que lo he visto.
―¿Es verdad? ― pregunto emocionada y levanto mi rostro para ver sus preciosos ojos marrón.
―Sí, pero no me pidas que te diga nada ahora que la verdad no estoy muy concentrado. Sobre todo por ese precioso cuerpo que tienes y tu piel, me encanta tu piel ― confiesa, acariciando mi mentón.
Le doy otro beso en los labios y vuelvo a acomodar mi cabeza sobre su pecho ― siempre te imaginé así.
―Pensé que ya me habías imaginado, después de ver mi aparato reproductor masculino ― me recuerda la escena.
―¡Basta!, le estás quitando el romance a esto ― reclamo y ambos reímos― lo intenté, ¿sabes?
―¿Intentaste qué?― pregunta mientras juega con la pulsera que me regaló.
―Te busqué en otros rostros por unos años e intenté ser yo misma, traté de vivir, de experimentar y… por un momento lo logré, pero, nunca dejé de pensarte. Incluso me dolió mucho cuando regrese a Vallarta a ver lo de mis abuelos y no estabas.
―Me fui para ser un hombre digno de ti, ¿recuerdas? ― me pregunta para luego besar mi frente― pero ahora estamos aquí y, ¿qué será de nosotros?
Me levanto una vez más y lo veo recostado sobre la cama ― quiero intentarlo Moríns. Sé que las relaciones a distancia son pésimas, pero… ― y me muerdo los labios ― creo que si estamos aquí es por una razón, ¿no crees?
Él asiente ― si tú quieres, yo quiero. Haremos todo lo posible por acortar la distancia y trataremos de vernos al menos una vez, así, ¿qué te parece?
―Creo que es la mejor idea que hemos tenido.
―Solo te pido una cosa.
―¿Cuál? ― pregunto.
―Dile a tus papás. Sé que eres mayor ahora, pero, no quiero problemas. Diles nuestro plan, sé que nos apoyarán.
Vuelvo a besar a Moríns en los labios y al separarme lo veo a los ojos ― te quiero, siempre te quise y ahora te quiero más…
―No sabes cuánto soñe que me dijeras eso ― confiesa, para volver a tomarme entre sus brazos y acostarme sobre el colchón ―mi aparato reproductor masculino quiere más― bromea y yo comienzo a reír fuerte. Estar con él me hace bien, Moríns me hace bien.