Moríns No recordaba lo geniales y largas que eran las fiestas de la familia de Sila, al grado de que esto terminó a las casi tres de la mañana, con Cho y conmigo tocando la guitarra mientras los otros miembros de la familia cantaban a todo pulmón las canciones que interpretábamos. Estábamos felices, no solo porque nos habíamos librado de lo que Alexandre y Marie nos quisieron hacer, si no de que Cho y Sabina, por fin, se habían comprometido; ahora era mi turno de pedirle matrimonio a Sila. Así, con un plan sencillo pero bien estructurado, hoy por la tarde le pediré a Sila Canarias que se casara conmigo, en frente de su familia como siempre debió ser y con la esperanza de que todo salga bien, muy bien. Toda la familia estaba informada, tal como Cho le había hecho con Fátima Lafuente