No es un momento en el que quiera llorar, es que no puedo evitarlo, mientras miro la arena en el lado inferior del reloj y levanto mi brazo con la esperanza de reiniciarlo, pienso en lo mucho que me gustaría que las palabras que le dije a Magnus fueran ciertas. – No se me permite dejar el jardín de otoño – me dice Demián – soy el encargado de vigilar todas las almas humanas, asignarlas al círculo de reencarnación, supervisar su visita al reino humano en el día de muertos. – Lo entendí, eres un dios muy ocupado. Se ríe – lo que quiero decir, es que no podré ir a verte, tal vez si hago un trato con mi padre. – O yo hago un trato con el mío – sujeto su mano – nacimos en diferentes continentes con familias en extremos opuestos y nos encontramos – me recargo sobre su hombro – tal vez en Ver