—Es un lugar precioso. –señala Alexandra apenas nos reciben en el restaurante.
—Es mi lugar favorito, vengo aquí desde...–me detengo antes de cometer una indiscreción total.
—¿Desde que? –me insta a seguir hablando.
—Alexandra, ¿tú conoces algo sobre mi? –cuestiono y sus ojos se fijan directamente en mi, por un momento siento como si Savannah fuera a salir a decirme todo lo que sé que sabía de mi.
—No lo tomes personal, ¿de acuerdo? Pero sé de ti lo mismo que mi padre. A mí me lo dijo él y a él un investigador privado.
—¿Tu padre me mandó a investigar?
—Lo hace con todos sus socios, por eso te digo que no te lo tomes personal. Pero si te tranquiliza saber lo que sé, te lo diré.
»Mi padre me dijo que hiciste tu negocio desde cero con la herencia que te dejaron tus difuntos padres, lamento mucho tu perdida, por cierto. Sé que eres uno de los hombres más inteligentes del entorno de los negocios y que eres muy audaz.
»Además de que según cierta revista eras el soltero más codiciado y sensual del continente.
—¿Era? ¿De manera que ya no lo soy?
—Puede que sigas siendo sensual pero ya no más soltero y si me lo permites, es una lastima, aunque seguro tu prometida se siente muy afortunada de tenerte. ¿No?
—Bueno, yo no la llamaría afortunada.
—¿Y por qué no? En todos mis años viajando para mantenerme a salvo no había visto a un hombre tan guapo como tú, y mira que decir guapo no te hace justicia. Pero no me quiero poner inapropiada, dejemos eso para el alcohol de más tarde. –asegura y acomoda su cabello obligándome a mirar en esa dirección.
El escote de su vestido llama mi atención a pesar de que no es profundo ni exhibe demasiado. Pero hay algo en el tono de su piel que me atrae, es como si no pudiera dejar de mirarla.
La línea de su cuello y como el collar dorado se ajusta a su clavícula y la forma en la que corre hasta casi perderse entre sus senos. Mojó mis labios secos con mi lengua y me gritó las manos contra la tela de mi pantalón.
Se siente tan irreal que hasta la fina tela que cubre mi cuerpo se torna áspera bajo mis palmas. Savannah levanta la mirada hacia mi y relame sus labios mientras me mira con fijeza, sus labios se curvan con media sonrisa y el rubor en sus mejillas se vuelve intenso.
La mesera rompe con aquel trance en el que me encontraba y solo puedo ver a Alexandra abanicarse la cara con las manos.
Savannah no era tan tímida, de hecho ella no conocía para nada la timidez, en cambio ella...
—¿Estás bien, Liam? Parece que te quedaste en trance o algo así. –señala ella y la mesera oculta una sonrisa avergonzada.
—Solo estaba obervandote. –confieso de pronto sin poder evitarlo.
—No lo culpo, es una mujer preciosa. –asegura la mesera y Alexandra se sonroja aún más.
—Que linda, muchas gracias.
—¿Te parece bien si ordenamos la recomendación del chef? –le pregunto a ella quien asiente con una sonrisa tierna.
—Me parece perfecto.
****
Después de cenar delicioso y disfrutar de un postre espectacular que incluía fuego. Alexandra y yo caminamos por la cuidad que nos brinda un espectáculo de luces muy colorido que antes no había visto y ella parece notarlo.
—Actúas como si jamás hayas visto esta parte de la cuidad.
—Si te soy honesto, no salgo mucho.
—¿Acaso no paseas con tu novia?
—Salimos a cenar, claro. Pero nada más, preferimos estar en privado.
—¿Tú prefieres estar en privado o solo ella te arrastra a estar en privado? –cuestiona y su pregunta me hace cuestionarme lo que acabo de decir.
—Me gusta la privacidad, pero, caminar de noche por la cuidad es mágico. ¿No crees?
—Oh definitivamente...
Alexandra no termina de decir nada cuando se sostiene con fuerza de mi brazo, la alcanzó a tomar antes de que caiga. Su risa avergonzada hace que mi corazón deje de latir preocupado.
—¿Estás bien?
—Normalmente soy experta en zapatillas, pero una piedra me quitó toda posibilidad de lucirme.
—¿Tu tobillo está bien?
—Lo está, sano y salvo. –dice y lo mueve un poco pero se queja de inmediato–, auch, eso dolió un poco.
—Déjame ver.
Alexandra se recarga en el capó del coche mientras me agacho para observar su tobillo, el aire juega con la tela de su vestido un poco y ella lo sostiene antes de algún incidente, ambos reímos y levanto su pie para revisarlo.
Cuando mis dedos tocan su piel, una corriente eléctrica recorre todo mi cuerpo, la ignoro y reviso que no se haya dañado.
—Sobrevivirá. –digo antes de hacer el amago de levantarme pero su petición me lo impide.
—No eres un buen médico si no le das un beso a mi tobillo. Es el remedio mágico para todo el dolor. –asegura y no puedo evitar reír porque desde aquí abajo y con ese puchero parece tan tierna que no puedo evitarlo.
Acerco el pie de Alexandra a mis labios y dejo un beso en su tobillo, ella ríe y lo mueve dándome a entender que está mejor.
—Gracias Liam, se siente mucho mejor, tanto que ahora quiero ir a bailar. –asegura y me extiende su mano.
—¿Segura que estarás bien para bailar? –cuestiono tomándola.
—¿Por qué no lo averiguamos?
Asiento y de su mano camino hasta la puerta del coche, la abro y espero a que entre para ir a mi lugar. No sé si sea buena idea ir a bailar a esta hora pero, creo que no me queda de otra.
No puedo dejar ir está oportunidad solo por no pasear un día con mi futura socia e hija del hombre más importante del mundo de los negocios. Además, ¿qué tan malo puede ser?
****
Siento el calor abrazar mi camisa mientras me muevo en la pista junto a Alexandra, su cabello ahora está atado en una cola alta debido a que el calor también era evidente en ella.
Algo que me preocupa es la manera en la que bebe alcohol, lleva alrededor de quince vasos pequeños de colores brillantes y dudo que sean de jugo.
—¿Quieres descansar?
—Si por favor.
Toma mi mano y me dirige hasta una mesa exclusiva en dónde tenemos un poco más de privacidad. Llama al mesero quien no puede evitar sonreírle de manera coqueta.
—¿En qué puedo servirle a esta bella diosa traída desde el Olimpo? –dice y casi quiero sentir náuseas por la patética línea que ha usado, pero a Alexandra parece hacerle gracia.
—Quiero algo que sepa delicioso pero que no sepa a alcohol pero...que sí tenga alcohol.
—Alexandra no creo que sea prudente que...
—¡Liam por favor! –hace un puchero casi infantil y yo sonrío porque es muy tierna.
—Uno y ya. ¿De acuerdo?
—¡De acuerdo!
Alexandra aplaude feliz y se echa a mis brazos en un encuentro algo torpe en dónde termino por golpear cerca de sus labios con mi frente.
Se queja pero ríe mientras yo entro en pánico. Sostengo su cara entre mis manos y la observo con fijeza, deja de reír y sus ojos van de los míos a mis labios. Mi corazón se acelera cuando ella moja los suyos y se acerca a mí.
—¿Serás un buen doctor o vas a dejarme sentir dolor? –cuestiona apenas pero entiendo a la perfección a qué se refiere–, dame un besito aquí porque sí me dolió.
—No creo que sea prudente hacerlo. Trabajaremos juntos y sería...
—¿Incómodo o excitante, Liam? ¿Inapropiado? ¿Inapropiado como haberme sentado en tus piernas y haberte provocado una erección? No le diré a nadie si ese es tu miedo, solo dame un besito aquí. –señala justo a un lado de la comisura de sus labios.
Cierro los ojos y suspiro acercando mis labios a la zona golpeada, apenas es un roce pero se siente tan malditamente caliente que apenas puedo creer que mi cuerpo está reaccionando a ella.
Se separa cuando el mesero llega hasta la mesa y toma las bebidas que le entrega. Ella evita el coqueteo del mesero y me irrita demasiado que la toque así que le pongo un alto.
—¿Acaso no ves que le incómoda tu toque? Deja de hacerlo.
—¿O qué? –responde él y yo me enciendo.
Me levanto de la silla y lo empujo con fuerza, él me lanza un puñetazo que alcanza a golpear mi mejilla y otro en mi estómago.
Regreso el golpe e impacto su nariz haciéndolo retroceder mientras comienza a sangrar. Alguien más llega y lo detiene mientras se acercan a nosotros.
—Tienen que abandonar el lugar.
—¿Tenemos que abandonar? ¿Sabes quién carajos soy? Soy Liam Coppola y este meserito de quinta está tocando a mi...a la señorita, sin su consentimiento y de manera inapropiada.
—Lamento mucho que hayan tenido que pasar por esto señor Coppola, me encargaré de que no vuelva a suceder.
—¿Te encargarás? Claro que no, espera a los abogados, van a saber de mi.
Tomo la mano de Alexandra y la saco de ahí. Es bastante tarde y ella no trae abrigo, le pongo el mío y ella se queja un poco. Sube al coche y cuando estoy por arrancar ella detiene mi mano.
—¿Puedes llevarme al Palace? Mi padre no puede verme así, te mataría si me ve ebria. –dice y yo sin querer más problemas asiento y le doy marcha al motor.
—¿Llamaras a alguien para que venga contigo? No puedes quedarte sola. –señalo y ella juega con sus dedos.
—No tengo amigas si a eso te refieres con alguien. Puedo quedarme sola, estoy segura de que nadie va a secuestrarme está noche.
—No puedo dejarte sola Alexandra, eres mi responsabilidad.
—Entonces quédate conmigo. ¿Si?
—Alexandra yo no...
—Si no eres tú, prefiero estar sola. –dice apenas llegamos a la puerta del gran hotel Palace.
—Me quedaré contigo esta noche, no quiero que estés en peligro.
Estaciono el coche y bajo para entregarle las llaves al valet parking, abro la puerta para Alexandra y no toma mi mano cuando se la ofrezco.
Camino detrás de ella hasta la recepción y cuando la mujer de se percata de su presencia sonríe.
—Señorita Walton, es un placer tenerla aquí. ¿Quiere su suite?
—Por favor y manden a pedir ropa adecuada para dormir y un cambio para mañana. Ya saben cómo y de dónde lo quiero.
—¿Algo más señorita?
—Tengo compañía, pero necesito discreción porque es mi socio, no queremos chismes. ¿De acuerdo?
—Por supongo señorita, que tenga buena noche.
Camina hasta el ascensor y yo voy detrás de ella. Presiona el último piso en el panel y las puertas se cierran. Ella parece haber perdido toda la ebriedad que cargaba pero luego hace un ruidito de hipo y me doy cuenta que no.
Las puertas se abren y se tropieza al salir, la tomo entre mis brazos y la abrazo hasta la puerta. Entro con ella y la dejo en la cama, estoy por quitarle las zapatillas y alguien llama a la puerta.
—No te muevas, ya vuelvo.
En la puerta me encuentro con una mujer que lleva varias cosas en sus manos.
—Para la señorita Walton. –dice antes de retirarse.
Vuelvo hasta la cama y dejo todo mientras ella lo revisa. Quito una de sus zapatillas y hago lo mismo con la otra.
Ella lleva su mano hasta mi cara y toca el golpe que me dio el mesero.
—¿Me ayudas con el cierre de mi vestido? –me pide dándose la vuelta.
Yo con dedos temblorosos bajo el cierre de su vestido y puedo ver su perfecta piel.
Si Alexandra fuera Savannah, su piel estaría llena de marcas por aquel accidente, sin embargo su piel es perfecta.
Pongo mis manos sobre sus hombros y bajo el vestido hasta que soy consciente de que esta en el suelo.
Mis manos bajan por sus brazos y cambian el rumbo hasta su espalda, veo su piel erizarse.
Ella no lleva nada más que bragas pero no he visto más que la piel de su espalda.
—Liam...
—Savannah. –murmuro y ella se gira lentamente y sus ojos se clavan en mi.
—¿Savannah? –cuestiona y una sonrisa aparece en sus labios–, puedo jugar a ser quien quieras que sea pero, no sé si a tu prometida le vaya a agradar la idea si le llamas por otro nombre. Iré a darme un baño, hay una pijama para ti.
Alexandra camina semidesnuda hasta el baño y yo soy incapaz de volverla a mirar. Necesito hablar con mi terapeuta.