Me paralizo, sus palabras me erizan la piel. Aparto un poco mi rostro y él me pone un dedo sobre los labios. Está frío. —No muchos preguntan por ese libro, ¿quién eres? —inquiere y en sus ojos veo una adultez seria. —Y-yo… —maldigo por dentro, he comenzado a temblar como espagueti. ¿Qué me pasa? Esto no es lo que buscaba, buscaba un libro, pero parece que el libro me encontró a mí. —¿Te envía él? —pregunta a la vez que me mira fijamente. Yo solo logro asentir como boba. El niño mira en ambas direcciones, me toma de un brazo y me hace seguirlo. Va tan rápido que apenas y me da tiempo de tomar mi mochila. —Creímos que jamás pasaría, que jamás volveríamos a saber de él —dice sin que le falte el aliento, mientras que yo trastabillo tratando de seguir su apresurado ritmo. —¿Cómo? ¿Qué