[GAEL]
El besarla es como volver a tocar el cielo con las manos, me hace sentir vivo y con demasiadas ganas de luchar por ella y nuestros hijos. Quisiera intentar besarla con más fuerza, hacer que nuestras lenguas volvieran a encontrarse como lo han hecho tantas veces, pero sus manos sobre mi pecho me piden detenerme y no pienso arriesgarme a que lo poco que hemos conseguido se arruine.
—Espera...— Dice nerviosa y se aleja da dos pasos hacia atrás. Lleva una de sus manos hacia su pecho a la altura de su corazón y noto como intenta controlar su respiración.
—Disculpa... yo. — Intento decir, pero ella niega de inmediato.
—No eres tú.— Habla y se sienta en el borde de la cama.
—Me duele verte así. — Me atrevo a decirle mientras me arrodillo frente a ella.
—Siento algo aquí dentro.— Explica —Es como si fuese una gran angustia...—
Quisiera matar a ese imbécil con mis propias manos por causarnos tanto daño, pero no solucionaría absolutamente nada.
—¿Qué puedo hacer para quitarte esos miedos que ni siquiera te permiten respirar?— Cuestiono totalmente perdido en su mirada.
—Abrázame y has que todos los miedos se me quiten. — Me pide bajito y no puedo más que ponerme de pie para luego sentarme a su lado sobre la cama y abrazarle contra mí con fuerzas.
—¿Puedo preguntarte algo?— Cuestiono mientras escucho como su respiración se va calmando.
—Si...— Responde bajito.
Acaricio su cabello con delicadeza e intento encontrar las palabras adecuadas en mi cabeza —¿Qué has sentido mientras no besábamos? ¿Asco? ¿Miedo?— Cuestiono con la mayor sinceridad posible.
Niega, levanta su mirada, y yo tan solo me quedo expectante observándole... «¿Estoy preparado para escuchar su respuesta? ¿Y si su miedo no nos permitiese estar juntos? ¿Y si este es el fin?»
—No, no ha sido ni asco ni miedo. — Me dice sin apartar su mirada de la mía. —He sentido ese calor por dentro que solía sentir cuando tú y yo nos besábamos, pero algo sucedió que me ha bloqueado. Es como si mi cuerpo sintiera rechazo por ese calor... No quiero estar así Gael, no quiero convertirme en una mujer que no pueda volver a sentir algo por alguien— Se explica completamente angustiada.
—Ey...— Digo y tomo su rostro entre mis manos con delicadeza. —No será así, ¿vale? Pero tampoco podemos pretender que todo vuelva a ser como si nada en tan poco tiempo, ¿no te parece?— Le explico en un susurro. Sorpresivamente, ella se abraza a mí con tanta fuerza que hace que caigamos acostados sobre la cama. Por primera vez en mucho tiempo los dos reímos de la situación y simplemente nos quedamos mirando el uno al otro — ¿Te has hecho daño? — Pregunto bastante preocupado e inevitablemente llevo una de mis manos sobre nuestros hijos.
—Estamos bien, no te preocupes. — Dice mirándome fijamente y regalándome una tierna sonrisa. —Ya no sé si son las hormonas o es que yo me estoy volviendo loca, pero por momentos lloro y me angustio como lo hecho recién; y por otros rio de situaciones como estas...— Se explica algo confundida haciéndome sonreír.
—Puede ser de todo un poco, después de todo estás viviendo muchas cosas a la vez y supongo que no es sencillo. — Respondo.
Ninguno de los dos se mueve de su lugar, simplemente acercamos las almohadas a nosotros para abrazarnos a ellas mientras seguimos acostados de lado uno frente al otro. Nos miramos, nos sonreímos... —Nunca imagine que estar embarazada me fuese a cambiar tanto. Estoy redescubriéndome a mí misma en muchas cosas y sé que cuando nazcan los niños las cosas no serán mucho más fáciles...—
—¿Qué es en lo que más notas que has cambiado?— Cuestiono fascinado ante su manera de sentirse.
—¿Además de físicamente?— Pregunta y ríe nerviosa.
—Si...—
—Mis prioridades han comenzado a cambiar. Antes Serena hubiese salido huyendo de tu lado después del primer día de casados, pero la Serena de ahora está siempre pensando en cómo cada decisión que tomara afectara a sus hijos.— Confiesa dejándome en blanco.
—¿O sea que...? Si no hubiese sido por ellos dos, ¿tú te hubieras ido de mi lado? — Pregunto alarmado.
—Sí, el soportar lo mal que te comportabas conmigo no ha sido fácil, pero no quiero que mis hijos no nazcan sin su padre al lado. — Me confiesa.
—Yo también quiero estar con ellos, quiero estar contigo...— Me animo a decirle y me acerco más a ella. –¿Puedo besarlos?— Pregunto en un susurro.
Ella simplemente asiente con algo de dudas y con las mismas dudas que ella siente por mi cercanía; yo me acerco a su vientre y beso a esas dos pequeñas criaturas que crecen dentro de ellas.
—Yo sí que los amo ¿eh?— Digo para que me escuchen y la miro a ella.
—Ellos también te aman. — Me dice.
—¿Y tú? ¿Me amas? ¿Me has amado? ¿O me puedes amar algún día?— Cuestiono generando que un gran silencio se haga presente entre los dos.