Dos días después: 22 de agosto No cabe duda alguna de que los días en la cabaña han sido mágicos. Es como que si después de todo lo malo que nos pasó finalmente hubiésemos podido encontrar esa paz que creímos que no volvería. Nos sorprendimos a nosotros mismos cantando en el auto de regreso a casa, nos miramos de manera cómplice como pensamos que no volveríamos a ver a nadie más. Es todo tan sorprendente y especial que por momentos nos cuesta creer que esta es nuestra nueva realidad. Estos cortos días que pasamos juntos no sé si eran ver cosas que hasta este momento no parecían tan importantes, como por ejemplo despedirnos para entrar cada uno a su departamento. Su mirada clavada en la mía y esa media sonrisa que dibuja en sus labios me contagia —¿Qué tan difícil puede ser esto? vivimos

