—¿Cómo dices que dijiste? —cuestiono con voz chillona.
Creo que acaba de decir “Nuestro nuevo hogar”.
"Sí, tal y como oíste".
¿De verdad? ¿No es producto de mi imaginación?
"No Graciela, no estás tan loca".
Entonces el loco es él.
—Nuestro nuevo hogar —repite él con una sonrisa—. ¿Qué? ¿No te gusta?
—¿Pretendes que viva contigo? —entrecierro los ojos, incrédula.
—Pues… —estira la trompita—. ¿No quieres?
¿Que si no quiero? ¡Claro que quiero! Sería como… como… llenarme de él cada día, sonreír cada día, amar cada día…
—Sí, pero… ay —suspiro y lo miro fijamente—. De acuerdo. Soy mayor de edad y puedo tomar este tipo de decisiones, pero... ¡Apenas tengo cómo mantenerme! ¿Cómo puedo aceptar vivir contigo si no puedo ayudarte con nada?
—Me ayudas —afirma, rodeándome con sus brazo
