––Gracias –sonríe cálidamente –, soy Isis. ––Toda una Diosa –admito al reconociendo su nombre –, mira qué casualidad. Agacha la cabeza sonrojada y me admiro por eso. - - - –– ¿Cómo te llamas? –pregunta. Ya estaba tardando. Fijo mis labios en una fina línea. ––Azael. Sonríe enormemente y asiente. ––Como el demonio –asegura soltando una risilla. - - - ––No me importa –se encoge de hombros y coloca su mochila sobre su espalda –. No debe de ser bonito eso de que te llamen criminal, o que todos te tengan miedo, todos necesitamos a alguien para no sentirnos solos, y con qué una sola persona esté a tu lado dice lo suficiente como para saber que no eres ni un criminal ni eres peligroso. Además que lo que tú digas de ti mismo no es válido. –– ¿Por qué no? ––Porqué tú piensas en ti de un