Lo miró a punto de exclamar un «¿Qué rayos?» pero se contuvo. Resultaba ser que él era el sustituto ya que era maestro en el área de idiomas. —¿Está seguro que es sólo profesor de idiomas?—preguntó una chica del fondo del salón pícaramente. Laura dejó caer su cabeza sobre su butaca, aquel día no era el suyo, literal que no. No había pensado ni un segundo en su decisión acerca de lo que debía hacer con esos dos hombres en su vida. El día no mejoraba, pues, todas las chicas estaban embobadas con Thomás, e inevitablemente Laura sentía que hervía de celos. Miró al pelinegro vestido de pantalón jeans y un suéter n***o con una guitarra blanca dibujada en el centro y una frase. Adoralo a él. Sonrió sin poder evitarlo, se sentía feliz de que no olvidara su amor por la música, y tocar p

