El sonido de mis pasos resuena en los pasillos desiertos del hospital debido a la hora. Me ajusto mi bolso en el hombro mientras me dirijo hacia el estacionamiento. Es el final de otro turno largo y extenuante, dejando tras de mí el eco de las conversaciones apagadas, los monitores cardíacos y el peso de las historias que nunca terminaban de contarse. Pero hay una en particular que no deja de atormentarme. Mi corazón late con una fuerza sorda, como un tambor en la lejanía, mientras mi mente vuelve una y otra vez a esa noche. Sus labios sobre mi piel, la calidez de su cuerpo junto al mío, la sensación de un deseo prohibido que se había convertido en cenizas al amanecer. Zane... Un hombre casado. Un hombre cuya esposa estaba internada en este mismo hospital después de atentar en contra de s