La noche en el hospital es silenciosa, solo interrumpido por el murmullo de las máquinas y los pasos ocasionales del personal. Estoy haciendo mi ronda habitual, revisando las habitaciones y asegurándome de que todo esté en orden. La luz fluorescente ilumina los pasillos, y mi andar es seguro, algo que contrasta con la tormenta que se gesta en mi interior.
Avanzo por un largo pasillo ya de regreso cuando de la nada, una mano firme me agarra del brazo y me arrastra hacia un pequeño cuarto de insumos médicos y antes de que pueda protestar, unos labios se posan sobre los míos en un beso apasionado y desesperado. Al principio, me resisto al tiempo que me sorprendo, pero segundos después reconozco el sabor de su boca. «Gedeón». Mi cuerpo responde de inmediato y enredo mis manos en su cabello, d
