Avanzo por los pasillos del hospital, sintiendo que algo en mi pecho que no deja de latir con fuerza. Tal vez es la tensión de las últimas horas. Tal vez el cansancio. O tal vez… él. He revisado los estudios de Ella, la hija de Gedeón, tres veces antes de firmar el informe. Hay algo tranquilizador en los resultados y es que no hay fracturas internas, ni traumatismos severos. Solo golpes, moretones y el susto que probablemente la acompañara por un tiempo. Nada que comprometa su vida. Aun así, he decidido dejarla en observación por protocolo y, quizás, por algo más visceral que no puedo explicar. Algo que me obliga a prolongar el cuidado de la niña. Me aseguro de tener todo en orden antes de salir del área restringida. Respiro profundo. Me aliso el cabello, gesto inútil por la bata blanca q