La cuchara da vueltas lentas dentro de la taza, apenas tintineando contra la porcelana. Mis dedos, firmemente aferrados al asa, tiemblan levemente, pero Taylor no parece notarlo. O sí, pero lo disimula bien. Ella ha pedido un capuchino con crema extra. Yo, un té verde que no he probado en absoluto. Tengo la boca seca y un nudo en el estómago que ninguna infusión va a poder deshacer.
—¿Y desde cuándo exactamente estás viviendo todo esto? —pregunta Taylor, finalmente, sus cejas perfectamente delineadas en un arco que roza la incredulidad.
Yo suelto una risa sin alegría y llevo la taza a mis labios, más por el gesto que por ganas reales de beber.
—Desde la tarde en la que me lo encontré en urgencias —confieso, mirando el líquido humeante como si ahí pudiera ver reflejado todo lo que no me
