POV. GEDEÓN.
La puerta se cierra a mis espaldas con un clic suave. El eco de los pasos en el piso de la entrada resuena en el lugar. Llevo apenas unas horas lejos del puerto, pero me siento como si hubiese pasado una eternidad en ese maldito muelle, respirando sal y pólvora. Volver a casa debería haber sido un alivio.
No lo es.
El silencio en la casa es demasiado perfecto. Esa quietud sofisticada que mi hermana amaba, pero que a mí me hacía rechinar los dientes.
Dobló hacia el salón y allí esta Prisca. Sentada en uno de los divanes de terciopelo beige, con las piernas recogidas bajo el cuerpo como cuando era niña, sostiene un libro abierto en las manos. El sol de la tarde la baña a través de los ventanales altos, dándole un aura serena. Parece un cuadro. Uno que no cuadraba con la tens
