El zumbido grave del motor se apaga con un suspiro cuando el SUV n***o se detiene frente a la casa de fachada color mostaza. Las ventanas enmarcadas con cortinas de encaje, las jardineras preparadas para el clima donde empiecen a florecer y el porche con una mecedora blanca dan a la escena un aire demasiado idílico, como arrancado de una postal antigua. A primera vista, nadie imaginaría que dentro de esa casa se esconde una verdad amarga, una herida abierta que ni los días ni la distancia han empezado a cerrar. Lo sabía. Conozco a mi padre. Mis dedos se crispan sobre la tela de mi vestido n***o, aún arrugado en la cintura por el cinturón de seguridad. A un lado, siento el calor del cuerpo de Ella, dormida y reclinada hacia el costado de Gedeón, con sus pestañas largas descansando sobre l