Cuando el arrebato inicial acaba, ambos descendemos del auto hacia el interior del edificio contra todo lo que quiero hacer en este momento.
El edificio se alza como un titán en medio de la noche, su fachada de cristal reflejando las luces de la ciudad en destellos fríos. A pesar de la hora, todo en él grita opulencia y poder. No hay ni una grieta en sus paredes, ni una luz titila en los pasillos, ni un sonido fuera de lugar. Un monumento a la perfección... y al control absoluto.
No quiero estar aquí. Mis pies avanzan, pero mi mente se resiste. Camino detrás de Gedeón con el ceño fruncido, observando la manera en que su figura se mueve con esa seguridad arrogante. No parece afectarle el silencio tenso entre nosotros ni el resentimiento palpable en cada uno de mis pasos.
Llegamos al elev
