Me siento tal como aquel novio adolecente que se queda a dormir en casa de su novia sabiendo que su padre le ha amenazado con ni siquiera atreverse a tocarle un pelo a su hija. Los ejercicios de relajación no funcionan, y el entrar a la habitación no ayuda mucho. -¿Podrías relajarte?- Me pide una vez mas mientras mis ojos observan la habitación detenidamente. Esta perfectamente decorada con colores tierra, y la cama parece ser muy cómoda. Dejo las maletas a un lado y no sé muy bien qué hacer. -Estoy muy tenso.- Comento ya que su mirada no se aparta de mí. Ella ríe y camina hacia mi –Ya me di cuenta.- Dice mientras lleva sus brazos por encima de mis hombros y sonríe. -¿Quieres que te ayude a relajarte?- Propone provocativamente. Me encanta la idea, pero no creo que funcione. -Cariño,