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1519 Palabras
El coche quedó en silencio unos segundos, no había música de fondo, e intentaba expulsar el humo lo más silenciosamente posible para no romper el silencio —y eso que se escuchaban los coches pasando junto a nosotros —. El Santa Mónica Boulevard era un lugar muy transitado, pasaba por la ruta estatal de toda California, y yo seguía sin saber a dónde tenía pensado llevarme por ese lugar.  —Has escuchado mierdas de mí —j***r, claro que sí; había escuchado de todo, ¡hasta que era un asesino! —, ¿por qué cojones sigues siendo tan gilipollas como para querer desmentir eso?  Agité la cabeza. Él no lo entendía. De mí también se hablaba mierda, hasta en mi instituto de pijos se inventaban cosas sobre mí; que si era una zorra, que si iba a sitios ilegales, que si me drogaba... muchos de aquellos rumores habían llegado a mis padres, y por ello desconfiaban tanto de mí, por aquellos jodidos rumores yo no tenía una vida tranquila. Y a pesar de todo, no ocultaba mi lado bueno, Nora lo sacaba, porque me quería y me apoya. Tal vez Jax Jones solo necesitaba algo de cariño.  —No voy a desmentir lo que muchos dicen porque... j***r, porque es verdad —lancé el cigarrillo por la ventanilla, y me apoyé en la puerta mirando su perfil. Ya me estaba mirando —. Solo busco saber las cosas buenas que nadie admite que tienes. Aunque creo que no eres verdaderamente tan malo a como haces creer.  —Lo soy.  Me mordí el labio y meneé la cabeza de lado a lado.  —No eres tan malo a como haces creer; que hagas cosas malas, actos malos, no quiere decir que tu actitud sea tan mala.  Se apoyó en el volante con los brazos cruzados y sin dejar de mirarme. Queria tocar su bicep y comprobar si era tan duro a como parecía, y sin saber porqué ya me encontraba trazando con mis dedos las líneas que dibujaban una pequeña estatua de la libertad.  — ¿En qué te basas para decir eso? —su bicep se tensó cuando pasé a un tatuaje más cerca de la manga de su camiseta: una baraja de cartas —no sabes nada de mí. —Básicamente me baso en que las pocas veces que he estado contigo me he sentido a gusto, no te comportas como un c*****o al que todo se la suda... bueno, un poco sí; pero ¿crees que estaría en un coche aparcado en un arcén solitario con un chico que me acojonara? —palmeé su brazo con la mano abierta, y sonreí.  Me sentía cálida estando allí con él, era una sensación agradable pasar tiempo con Jax Jones.  Entonces, arrancó el coche, y lo fue moviendo poco a poco hasta incorporarse en la carretera con otros coches. Dejé la mochila en mis pies, y me abroche el cinturón.  —Oye Andra —me miró rápidamente, y giró el volante para entrar en unas calles —, si me estás confesando indirectamente tus sentimientos, curratelo más.  Lo sabía.  Me reí, y apoyé el codo sobre la ventanilla bajada. El aire caliente chocaba contra mi cara a la poca velocidad a la que íbamos pasando por una calle. Estábamos dando una vuelta, según el reloj del coche eran las seis de la tarde, y mis padres estarian en casa en media hora más o menos.  — ¡Encima cuentas chistes! —exclamé —No, pero enserio, deberías dejar que las zorras a las que te follas te dijeran lo guapo que estás cuando sonríes.  Y sonrió, jodidamente lo hizo, y me volvió a parecer igual de guapo que las otras veces.  —Tienes que dejar de decir esas cosas —aseguró, retomando la carretera de vuelta a casa.  Agité la mano. No iba a dejar de decir esas cosas. Era verdad, estaba guapísimo cuando sonreía, y debía hacerlo más. El viento se comenzó a hacer más pesado según Jax aceleraba, y acabé subiendo la ventanilla y yendo en silencio el resto del camino.  - - -   Habíamos salido de su Range Rover, y caminaba a mi lado a través del jardín delantero hacia la puerta de mi casa. El camino se me había hecho más largo, a pesar de haber ido en silencio, me sentía cómoda, y había apagado el móvil para evitar las llamadas y mensajes pesadas de mis padres y de Samay.  —No ha sido tan malo a como pensaba estar contigo —dije —. Sinceramente después del tenemos que hablar, esperaba que me gritaras y me dijeras algo a como que dejara de meterme en tus asuntos y mierdas así que no iba a hacer. Tú no tienes miedo a que sepa tu vida y tus secretos.  Cuando estuvimos frente a la puerta, yo no quería entrar, me sentía más a gusto con Jax —a pesar de que no le conocía—, que en mi casa. Los cientos de lujos que había adornandola me hacían sentir como si viviera en un museo y cada pieza fuera única, intocable.  —No tengo miedo a nada —se apoyó en la pared de piedras de brazos cruzados, apostaba a que se las estaba clavando.  Saqué las llaves de casa del pequeño bolsillo de mi mochila. Estaba maquinando cómo organizar la frase que quería decirle sin que sonara rara, pero no había forma posible. Las cosas eran así.  —Bueno... todas las cosas que he escuchado coinciden en las mujeres —metí la llave en la cerradura. Mis padres ya estaban en casa, y se habían dejado el buzón abierto —. Al parecer prefieres acostarte con chicas de las cuales estar seguro que no se engancharán a tí —giré la llave, y elevé mi otra mano para acariciar con mis uñas su mentón. Era afilado, y estaba tenso. tenía sus ojos clavados en los míos, y quise poder leer sus pensamientos en ese momento —. ¿Jax Jones tiene miedo a las relaciones?  Y abrí la puerta, no quería escuchar su respuesta, sabía que era un enorme sí. Yo también le tenía miedo, ¿atarme a una persona durante un tiempo? Prefería acostarme con chicos que no me fueran a molestar y que no buscaran novia.  —No le tengo miedo a las relaciones —negó rápidamente, y se movió hasta agarrar mi brazo. tenía las manos rasposas, no eran para nada suaves, y su agarre era brusco pero no me dolía, estaba asegurándose de que no me fuera.  —Seguro —ironicé.  Pasó su mano tatuada por un mechón de mi pelo rubio que me caía sobre el pecho.  —La casa Beta hace una fiesta de iniciación al verano este viernes después del partido —sí, ya lo sabía y estaba claro que iba a ir. La UCLA no pillaba muy lejos, y como Bryce pertenecía a la fraternidad, ya estaba invitada —. Pásate, pero no al partido, vienen unos pringados de Syracusa y van a perder.  —Uhhh... —arrugué la nariz y empujé la puerta abriéndola y dejando las llaves colgando —Nunca te he visto como un Bruin.  —No soy uno de esos jodidos pijos. Solo voy a las fiestas de los capullos esos —se volvió a pegar a mí, y yo ya entré en mi casa. Estaba todo silencioso, y me imaginaba que Samay ya estaba en su cuarto con su novio y mis padres en sus despachos trabajando todavía en casa. — ¿Quieres pasar o tu reputación de chico malo te llama?  Ladeé la cabeza al ver como se volvía a separar de mí metiéndose las manos en los bolsillos. Su móvil empezó a sonar con una música rock bastante movida, y se lo llevó a la oreja despidiéndose de mí con un gesto de mano.  - - - — ¿Os váis? —preguntó mi padre cambiando el canal de la televisión.  El sábado llegó rápido, claro que cuando Jax me invitó era jueves y desde entonces le había visto una vez más el viernes por la mañana cuando fui con Nora al instituto para nuestro último día de clases. ¡Era jodido verano!  —Sí —contestó Nora.  A penas estábamos atravesando el salón de mi casa con nuestros tacones y vestidos y mi padre ya nos había sorprendido desde el sofá. Al parecer ese mismo día los Red Sox jugaban contra los Mets, y mi padre no se perdía partido alguno de baseball.     —Tener cuidado, y Andra —me miró sobre el respaldo del sofá, e hizo una mueca asquerosa al ver mi corto vestido n***o con escote, ¡qué, quise gritarle, hace calor! —cambiate, luego rumorean y no me extraña...  Creo que me volví roja, y me hinché como Hulk, ¿acaso me estaba cuestionando? Él, que deja que su mujer coquetee con sus socios delante de su cara de gilipollas. Seguramente deseaba que fuera a una fiesta con unos vaqueros hasta la cintura y una blusa de cuello alto. Seguramente, si veía cómo se había ido Samay vestida, la hubiera aplaudido por empezar a disfrutar de sus diecinueve años, y la hubiera dejado salir vestida con el vestido parecido al mío que llevaba.  —Vámonos, anda, tenemos un camino en coche hasta la UCLA —Nora enroscó su brazo con el mío y me sacó de mi casa —. Es un gilipollas de mierda, Andra, alguien le tendría que enseñar a ser mejor padre.  El 4x4 de Oliver estaba aparcado fuera, y la cabeza de Abby asomaba por la ventanilla llamándonos para que nos diéramos prisa.  — ¡Mover esos culos preciosos! —nos gritó Oliver.  — Eso, ¡que empiece la fiesta! —gritó también Abby. 
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