LXXVI

2431 Palabras

LXXVI Mientras se alejaba lentamente de la casa de sir John Chester, el cerrajero se paró debajo de los árboles de la entrada con la esperanza de que lo llamara. Hasta tres veces se dio la vuelta, y seguía esperando en la esquina cuando el reloj dio las doce del mediodía. Fue un sonido solemne, no sólo por lo que presagiaba para el día siguiente, pues sabía que era el tañido lúgubre que anunciaba la muerte de Rudge el asesino. Lo había visto pasar por la calle inundada de gente en medio de las imprecaciones de la multitud, había contemplado sus labios convulsos y sus miembros temblorosos, el color aplomado de su rostro, su frente sudorosa, sus ojos vagos…, el temor a la muerte que absorbía en él todo otro pensamiento y que lo devoraba sin piedad. Había reparado en su mirada errante, busc

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