El castaño miró hacia la salida, tenía una cita pendiente con el cementerio, así había concluido su reflexión que duró toda una tarde, llevando una botella de whisky con él y dos rosas rojas que estaban en la sala consigo. El whisky lo tomaría junto a un Giulio imaginario tal vez para disculparse por haberlo sacado de su mente tan pronto y por no haber hecho lo necesario, pero necesitaba hacerle saber que ya no podía hacer nada; y las rosas eran para sus padres para enmendar el hecho de que jamás les llevó nada. Nunca era demasiado tarde para pagar las deudas espirituales, y nunca era tan tarde como para permitirse visitar luego de tanto tiempo una tumba. … —¿De quién es la fiesta? —preguntaba, Katia mientras iban camino a ella. Estaba sola en la parte trasera, así que estaba cómoda