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1774 Palabras

Una hora perdido en el tiempo, una sin nada más en la cabeza que estar mirándola, una hora completa que no le parecía una pérdida de tiempo. Verla dormir era algo que lo calmaba, que le daba paz a una vida que no conocía de ese sentimiento tan simple y enriquecedor. Pero él no estaba seguro de cómo definirlo, ni siquiera sabía lo que era paz; no sabía nada. Franco sonrió cuando la escuchó quejarse, porque de seguro estaba por despertarse, siempre era así cada vez que despertaba y él bien lo sabía ya que era una de las cosas que hacía cada vez que abría sus ojos luego de sólo dormir porque jamás soñaba: ver el despertar de su bailarina. Llevó su mano a sacarle el mechón largo de cabello que caía por sobre su rostro, aquel que le entorpecía el paisaje y que de seguro le molestaba a ella

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