Katia se miraba en el espejo satisfecha, incluso la señora María la miraba con una enorme sonrisa y ojos brillantes, haciendo que la vergüenza que pudo haber sentido segundos atrás se esfumara. —Se ve hermosa, el jefe estará muy contento —dijo la mujer, arreglando la habitación, que la misma Katia y las maquillistas habían dejado vuelto un desastre—. Ahora apresúrese, la están esperando afuera. La castaña todavía tenía los nervios a flor de piel, pero tomó una profunda respiración y se dijo que todo estaba bien y más ahora que las cosas con Franco iban mejor que nunca. Esperaba que nadie en esa fiesta se encargara de amargarle la noche, pero lo primero que vio al salir, fue a una mujer pelirroja acercarse de manera muy insinuante al castaño. Tyrell se dio cuenta de la situación, pero s