La castaña miraba por la ventana a un lado del ventanal en la silla que le encantaba, aquella que estaba a un lado de la guitarra de Franco y que jamás era tocada. Desde que se había ido a la habitación del castaño, Katia hizo su día ordinario como cualquier otro día fuera de esa casa. Aprovechó de hablar con algunas personas en f*******: y de ver algunos videos que hace tiempo no veía por Youtube. Se reía de ella misma al verse haciendo ese tipo de cosas en un momento como en el que estaba, disfrutaba de la cotidianidad que ya no tenía, aquella que se le había arrebatado y que había aprendido a suplantar. Cuando ya era demasiado tarde, comenzó a preocuparse porque la ansiedad comenzaba a comerla desde adentro. Necesitaba saber qué sucedería, así que al verlo por fin parado en la ent