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1645 Palabras

Sus grandes y sombrías manos cubiertas de color carmesí en tonalidades oscuras jugando con el n***o iban tranquilas posadas sobre sus muslos, mientras en su pantalón llevaba una pistola que no había usado y a su lado una espada, llena de gloria teñida al igual que sus manos. Su nuca descansaba tranquilamente en el respaldo del asiento trasero del auto que manejaba Samuel, se sentía relajado y tranquilo como siempre; como si todo estuviera perfectamente normal. —¿Quieres que baje la ventana para que se vaya el olor a sangre? —No. Samuel lo miró a través del espejo retrovisor, su líder lucía impenetrable y libre de pesares como de costumbre, nada parecía haber cambiado en él. Siempre tan frío e indiferente como lo recordaba desde niño. Su rostro se vestía de serenidad. No hubo más di

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