El camino hacia el restaurante fue simple y normal, nada fuera de lo que ella ya estaba acostumbrada a compartir con él.
Miraba por la ventana y sonreía tenuemente, porque Franco estaba disimulando el hecho de que detrás iba un grupo de sus hombres resguardándola, sabía que se había esforzado en eso así que ella prefería fingir no saber nada.
Cuando llegaron al restaurante, ella bajó del auto con su vestido de seda holgado y rosa que debió chequear que estaba cubriéndola, porque le llegaba hasta un poco más arriba de la mitad de su fémur.
—No había tenido tiempo de decirte lo hermosa que te ves —le tomaba la mano y la hacía girar.
Ella rió.
—Eso se dice antes, Franco. Cuando me ves por primera vez…
—Pero es lo que se dice normalmente en una cita —rió él, también sellando ese gesto
