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1793 Palabras

—No, este no… —miraba los vestidos sobre su cama y ninguno le convencía porque estaba deprimida y furiosa, y ambas no eran una buena combinación en lo absoluto. Apoyó todo el peso de su cuerpo en su lado izquierdo, cruzándose de brazos y ladeando la cabeza. Unos golpes en su puerta la sacaron de su tarea y tomó una toalla para ponérsela alrededor de su cuerpo. Caminó hasta la puerta y la abrió asomándose desde un lado para que no la mirara quien estaba al otro lado. —Señora María… —la miró asombrada, era la primera vez en mucho tiempo que ella iba a su habitación a ver que necesitaba, puesto que esa solía ser la tarea de Tyrell… Era obvio que si dependía de Franco, ella nunca más iba a tener una situación a solas con el rubio. —Señorita Katia, el señor pide su presencia en la sala. Es

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