Capítulo 2.Yo soy Franki Fiorelli.

1668 Palabras
Franki: —Ahora dime, ¿Que pasó con la mercancía?. Ronnie seguía sonriendo como estúpido por la chica tutora, si, estaba buena, pero no era para tanto, no había razón para volverse loco por una mujer, la tonta de mi ex esposa no me dijo nada de una niñera, eso me dejaba claro que nunca le importó mi opinión. —La confiscaron en el puerto, al parecer ya sabían que iba a llegar y a que hora, y eso solo dice una cosa, tenemos un soplón dentro de la organización. —¡Maldita sea!, busca a Samuel, dile que se ocupe de esta situación, él sabe que hacer, mantenme informado de todo lo que pase, esa mercancía valía millones, no voy a dejar que me caguen mis negocios. —Entendido…, Oye Frank, esa chica…bueno, tú sabes que desde hace un tiempo yo quiero una esposa, y esa chica es una belleza, se ve que es lista y bueno, ¿Qué opinas si me caso con ella?. —Estas diciendo estupideces, yo me casé y mírame, ¿Me veo feliz?, esa puta solo gastaba mi dinero y no conforme me fue Infiel, y si no le di un tiro en la cabeza es por qué es la madre de mi hija, además ni siquiera conoces a esa mujer, ¿Ella quiere casarse contigo?. —Bueno solo dime, aceptarás o no qué tenga una esposa. Ya había aprendido la lección con las mujeres, no importaba que listas o cariñosas fueran, lo bonitas o lo poco agraciadas qué estuvieran, todas querían lo mismo, dinero y un hombre de bien, y eso era lo último que yo era, un hombre de bien. —Has lo que te plazca, me da igual. Ronnie sonrió y salió de mi despacho. Me senté en la silla de mi escritorio y me recosté en ella, fumé un cigarro con tranquilidad y le marqué a Naomi, necesitaba un buen sexo* oral y ella era la mejor para este trabajo, llegó vistiendo un vestido rojo ajustado, muy corto, tenía una piel bronceada y cabello n***o*, era demasiado sexi y costosa, pero no importaba el precio, siempre y cuando ella me hiciera feliz aunque fuera solo por unos minutos. —Tenía mucho que no me llamabas— dijo ella y vino a darme un masaje en mis hombros, dejando su fragancia a mi alrededor. —He estado ocupado— dije mientras ponía la colilla del cigarro en el cenicero. Sus manos empezaron a acariciar mi cuello de una forma gentil y poco a poco empezó a desabotonarme la camisa. —¿Y que quieres?— Preguntó en mi oído y lo lamió con gentileza, eso hizo que una corriente eléctrica recorriera mi nuca, poniéndome demasiado excitado. —Dame una buena mamada, y tal vez luego te haga terminar. Naomi se sentó en mi regazo y sonrió. —Franki Franki, siempre con tus propuestas tan tentadoras e imposibles de rechazar—su mano llegó hasta mi m*****o y empezó a acariciarlo haciendo que mi erección se pusiera aún más rígida, sin más se puso de rodillas frente a mi, y desabrochó mi cinturón, yo ya estaba tan caliente que tenía esa necesidad de apaciguar las palpitaciones de mi v***a. —Hazlo de una vez— ordené. Naomi me miró y acarició mi m*****o de arriba a bajo, escupió antes de meter mi pene* en su boca y empezó a hacer lo que mejor sabía. “oh mierda, si nena así” Después de un buen rato miré el culo de Naomi salir de mi despacho, si tan solo Giselle hubiera sido un poco más seductora conmigo, pero después de que dio a luz, se dejó por completo, rara vez se arreglaba y todo el tiempo estaba de mal humor, al final ya no fue la mujer de la que me enamoré, nuestro amor se consumió hacia mucho tiempo, y terminó corriendo a los brazos de otro, volviéndome en el hazme reír de todos. Siempre creí que una esposa me completaría finalmente, pero no podía evitar sentirme vacío por dentro, ella no me hacía feliz y yo no la hacía feliz a ella, supongo que ambos fallamos, no podía culparla de todo y después de todo, yo no era un santo. A la mañana siguiente me preparaba para ir a la oficina, cuando una sirvienta, de la cuál no recordaba su nombre vino y me informó que la tutora de Camila había llegado. —Dile que venga— ordené mientras me arreglaba, odiaba los Lunes, eran ajetreados y siempre había malas noticias. —Si señor. El maldito nudo de la corbata no quedaba como yo quería y estaba empezando a fastidiarme. —¡Maldita sea!— dije resoplando y dándome por vencido, la jalé con fuerza y pensé que hoy iba a ser un día sin corbata. —¿Ocupa ayuda?. Miré a la mujer parada en la entrada de mi recámara, usaba unos pantalones ajustados blancos y una camisa de vestir rosa, tenía su cabello castaño sujeto en la parte superior de su cabeza y se veía muy fresca y prolija, las mujeres como ella eran difíciles de encontrar. Eran como ángeles encantadores qué los hombres se apresuraban a tomar y desposar, y aquí estaba ella, parada en mi recámara. —¿Sabes atar nudos?— pregunté y le enseñé mi corbata. —Si, ayudaba a mi padre con eso— dijo mientras se acercaba a mí, tomó la corbata y pude verla de cerca, tenía una piel tersa y brillante, casi no usaba maquillaje, era por qué no lo necesitaba, tenía unos bonitos ojos aceitunados y una piel blanca, había un ligero aroma a rosas emanando de ella, a Ronnie le gustaba esta mujer y tenía que respetar eso, aunque en un futuro fuera difícil, era tentadora, pero por ahora no ocupaba un romance laboral. —¿Ayudabas?, ¿Ya no?— pregunté tratando de no pensar en cosas…sexuales. Ella me miró y regresó su vista a la corbata, hizo una sonrisa muy peculiar y casi pude ver un destello de amargura en sus ojos. —Falleció hace un tiempo. —Lo lamento— dije sintiéndome por primera vez incómodo. Ella no dijo nada y continúo atando la corbata, sin duda ese era un tema que no le gustaba tocar. —Listo— dijo ella y dio un paso hacia atrás, —¿Quiere que empiece con Camila desde hoy?. —Si, ven vamos a mi despacho—dije y caminé hasta el despacho, podía oír sus tacones detrás de mi, necesitaba llamar a Naomi hoy otra vez, de pronto me sentía muy necesitado. —Este es el contrato, léelo y si estás de acuerdo fírmalo. Alex no se molestó en leerlo y simplemente lo firmó. —Empezaré entonces desde hoy. —Muy bien, entonces pediré que te agreguen a la nómina, y en una semana estarás cobrando… Una cosa más, ni tú ni Camila pueden ir al ala oeste de la casa, ¿Entendido?. —Si señor—respondió ella —Soy Franki Fiorelli, no nos presentamos bien el día de ayer, he estado muy estresado estos días. —No se preocupe, me imagino que no ha de ser fácil, pasar por un divorcio. Yo la miré, algo en ella me hacía sentir un poco inquieto, o tal vez solo me había vuelto demasiado desconfiado. —Cómo sea, tengo que irme a la oficina, no volveré hasta tarde, cualquier cosa llámame a mi teléfono— dije y le di mi tarjeta de contacto. Yo no estaba mucho tiempo en casa, y ahora que Giselle ya no estaba, alguien debía quedarse al cuidado de mi Camila, aunque Giselle no le prestaba mucha atención a la niña*, ella pasaba más tiempo con nuestra hija, yo llegaba muy tarde a casa y a veces no llegaba, mi pequeña Camila necesitaba una figura materna que la educara bien, en un año más, iría al preescolar, así que necesitaba aprender cosas, cosas que yo no podía enseñarle, ya que no contaba con el tiempo. Una vez en mi oficina, en todo lo que podía pensar, era trabajo y nada más. —Señor aquí tiene lo que pidió— dijo James y dejó un folder en mi escritorio. —Gracias— dije y agité mi mano para que se fuera. Abrí el folder y lo primero que vi fue una fotografía de la tutora: Alexandra Volkanovich, edad 27 años, padre Brendan Volkanovich… Asesinado…. ¿Asesinado?, me quedé un poco pensativo y traté de hacer memoria, su apellido me era muy familiar, continúe leyendo y entonces supe el por qué… “Hay mierda” pensé mientras leía, su padre era uno de los contactos de Demesio, yo había mandado asesinar a ese cabron cuando me enteré que me estaba robando, y el padre de Álex estaba en el lugar y en el momento equivocado, me froté la frente y continúe leyendo. Su madre se había suicidado y tenía un hermano menor drogadicto que se dedicaba a vender mercancía, ella se había graduado de la universidad, ¿Me estaba mintiendo?, ¿Acaso ella sabía a qué se dedicaba su padre?, ¿Sabía que yo lo maté*?, por error o intencionalmente, yo había acabado con la vida de su padre. Marqué el número de mi casa y contestó una de las sirvientas. —¿Cómo está Camila?—Pregunté un poco inquieto. —Esta bien señor, está en el jardín con la señorita Alex, ¿Quiere que lo comunique?. —No, gracias, solo mantenme informado por si pasa algo sospechoso. —¿Sospechoso?. —Solo infórmame de cualquier cosa— dije un poco enfadado. —Si señor. Colgué el teléfono y algo no me dejaba tranquilo, trataría de no adelantarme a los hechos, si esa mujer le hacía algo a mi hija me aseguraría de hacerla sufrir. Le marqué a Joaquín y le di órdenes de vigilarla en todo momento, no quería lamentarme en un futuro, no confiaba en ella, en realidad, yo no confiaba en nadie.
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