El día murió en el momento en que el sol se ocultó y al llegar la noche, bajo el amparo de la diosa de la tempestad, protectora de Darlack y aliada de Selder, el cielo se oscureció y las nubes se arremolinaron abriendo un gran agujero en el medio que dejó pasar a los miles de criaturas que ahora llenaban el cielo. Las cortinas que cubrían el gran espejo en el salón real se deslizaron hasta tocar el suelo venciendo los soportes que las mantenían en su lugar, algo que jamás había pasado antes y puso nerviosos a los sirvientes que corrieron a buscar escaleras para volver a colocarlos. – De prisa, tiene que estar arreglado antes de la cena – anunció sir Thomas y detrás suyo escuchó un grito. En la superficie del espejo donde se suponía que deberían estar mirando su reflejo, aparecieron nube