Quien haya dicho que se debe esperar a llegar al jardín de otoño para pagar los pecados, no conoció a Gideon Edwards.
– ¡Aaaaah!
¡Quiero morir!, se supone que solo estaba aquí para despedirme, tengo que regresar al jardín de primavera, no puedo quedarme.
– No volveré a Selder.
Iré a melros, tomaré la pócima, se la entregaré a Nicolás, completaré mis asuntos con él y adiós, me iré sin mirar atrás, como debe de ser.
*****
Estoy tan perturbada que no había pensado en este momento, mi reunión con el duque Adrián Landevon, su esposa la duquesa Belinda White, su hija Aurora y mi madre adoptiva Abigail Landevon.
La señora Abigail se apresura y toca mis hombros, brazos, manos y mi rostro clavando la mirada sobre mis ojos azules – en verdad eres tú.
– Temíamos que se tratara de una usurpado
