La fortaleza Parte 3

2062 Palabras
El capitán Leblanc volvió a su oficina y escuchó la alarma, a su alrededor los otros demonólogos también se sorprendieron y miraron alrededor, no había humo ni señales de amenaza, pero el protocolo dictaba que evacuaran. – Verifiquen quién la activó – pidió el capitán y su secretaria fue al teléfono para consultar con la recepción. En la planta baja la recepcionista estaba igual de confundida, miro a las personas y se levantó para anunciar – por favor, diríjanse a la salida, el turno cerrará por ahora, se les atenderá en cuando se evalúe el problema – insistió y al escuchar las quejas, empujó a las personas que esperaba en la sala de espera – diríjanse a la salida, gracias. Harret se levantó, guardó su celular dentro de la mochila, pasó por las puertas corredizas y bajó los escalones, afuera muchas personas también salieron para observar y preguntarse qué estaba pasando. – Primero la academia, ahora el ministerio – comentó alguien en una conversación telepática que Harret interceptó. Ciertamente, era muy sospechoso que ambos puntos fueran atacados la misma noche y no era su estilo actuar con imprudencia, todo eso pasó porque hubo demasiadas complicaciones – eso fue un truco muy patético, e inútil, pero aplaudo el esfuerzo – caminó por la acerca y se sentó en una banca. Las personas en el archivo escucharon la alarma y dejaron sus puestos. – ¿Qué sucede? – Nada, el equipo de investigación está buscando la fuente, retrasaron la evacuación por el momento. – Sí la alarma sigue sonando vendrán los bomberos y la policía mundana, hay que apagar la alarma y averiguar quién la activó. La persona al teléfono resopló – dicen que el radar de energía demoniaca activó la alarma por su cuenta, están revisando sí es una amenaza real o sí el sistema de calibración falló. – De acuerdo, dejemos que los investigadores se encarguen – aplaudió – a todo el personal, permanezcan en sus puestos, al menor indicio de energía demoniaca quiero que lo reporten, ¡entendido! Terminando la frase, hubo una explosión, la pared del fondo fue destruida, el daño creó un gran agujero y dejó expuestos los objetos que se almacenaban dentro, el ingeniero Medellín dejó su cena sobre la mesa y se levantó de prisa para ver el agujero de la caja fuerte, dentro estaba el espejo – de prisa, no permitan que salga ni uno solo artefacto – levantó un escudo. Los magos encargados de administrar el archivo ayudaron, entre todos crearon un escudo que se enlazó con todos los objetos para impedir que uno de ellos escapara, la secretaria en la entrada volvió a su lugar, tomó el teléfono y llamó de prisa al departamento de demonología – tenemos un problema, vengan rápido. Su bolsa que estaba recargada sobre una silla cayó al suelo, un espejo con maquillaje salió despedido, rodó hacia el elevador, subió después de que entraran los demonólogos y al llegar a la recepción, escapó por una de las ventanas para llegar a las manos de Harret – te lo dije. Lilith tenía una piedra en las manos, la levantó de la arena y la dejó caer sobre la maqueta, esperaba que hiciera alguna diferencia, pero fue inútil, como Harret lo dijo, todos sus intentos eran patéticos – la diferencia entre un mago y una proyección astral es del tamaño de la luna – pensó en las palabras de Percival. – No te sientas mal, magos más fuertes que tú me han enfrentado y todos están muertos – se detuvo – lo olvidé, ni siquiera eres una maga – se burló – eso te convierte en la primera mundana que me hace el trabajo difícil, deberías sentirte halagada. Lilith se talló el rostro – tienes el espejo, ¿qué harás ahora? – Planeo pedir un taxi, hacerlo conducir hasta un campo, matarlo y cavar una tumba para enterrarlo, ¡qué te parece! Lilith sintió que la historia era muy familiar, era el guion de Patricia, la mejor amiga de su madre y Harret la estaba usando para burlarse – me parece muy poco original, combina contigo. Harret sonrió – sí pones de lado tus prejuicios, aprenderás que podemos formar un equipo muy poderoso, tú tendrás lo que siempre quisiste, talento mágico, y tu familia y amigos estarán a salvo. – Púdrete en el infierno. – Tu tono es muy agresivo, iba a contarte mis planes, pero cambié de opinión – detuvo un taxi – practica ser más amable, estaremos conviviendo por muchos años, Lilith Grimgard – se burló de sus sueños infantiles en los que ella se veía a sí misma como una gran maga. Lilith se alejó de la maqueta y caminó hacia el mar, antes Percival le dijo que sí salía de su espacio mental, podría caer al vacío o quedar en coma, ninguna opción la ayudaría, al contrario, la quitaría del juego y le daría todo el poder a ese demonio – piensa, por favor, piensa – suplicó. Lo que ese hombre quería, era una maldita piedra, ¿para qué?, ¿qué tenía de especial un trozo de mineral? Sí no podía comprenderlo, jamás entendería por qué le estaba pasando todo eso. Miró hacia atrás y regresó a la fortaleza de Pría, el recuerdo de la piedra estaba varios pisos arriba, justo detrás de una puerta roja. – ¡Qué fue lo que hiciste! – exclamó Harret. – Lo que tenía que hacerse, nunca la tendrás – dijo Leimos. La mujer sin rostro atrapó la piedra y corrió. – Sí haces eso la magia se romperá, nos afectarás a todos, no solo a mí, Nadia, por favor. En esa ocasión Lilith no siguió a la mujer sin rostro, lo que hizo fue mirar las puertas en esa habitación y abrirlas una por una. El capitán Ravenz le pasó su poder a un grupo de discípulos, detrás suyo estaban Leimos y Harret, como dos estatuas, listas y dispuestas a poner su vida en peligro para defender a su capitán, nada en ese recuerdo era nuevo y Lilith siguió caminando. Se celebraba una boda, el novio era Leimos y su esposa era una mujer sin rostro, lo que era extraño, porque dentro de ese salón había muchas mujeres, todas ellas con expresiones, menos la novia – la borraste de tus recuerdos – pensó Lilith y siguió adelante. Había una cabaña, era de noche y tal vez invierno, porque la chimenea estaba encendida y las cortinas cerradas, la mujer sin rostro limpiaba la mesa y colocaba los platos, y las ollas con comida, Leimos le ayudó, su rostro era más joven y juvenil de lo que Lilith recordaba, era lo mismo para Harret, que en ese recuerdo no tenía canas ni arrugas, sus uniformes también era diferentes, aún no los ascendían, era soldados de bajo nivel. La puerta se abrió, era el capitán Ravenz, él también lucía más joven. – Papá – dijo la joven y corrió a abrazarlo. – Nadia, ve afuera un momento, necesito hablar con los chicos. A Lilith le habría gustado ver la expresión de esa mujer, que salió de la habitación y dejó a los tres hombres a solas. – Capitán, ¿pasó algo? – preguntó Leimos. Ravenz acomodó la silla para sentarse. – Lo que pasó en el salón fue increíble – dijo Harret – capitán, ¿cómo lo hizo? Ravenz metió la mano al bolsillo de su pantalón y sacó una piedra blanca – necesito que guarden esto en secreto, es muy importante – puso la piedra sobre la mesa – el poder que mostré, los hechizos, todo vino de esto – la piedra brilló – aun no entiendo cómo funciona, ni cuáles son los riesgos, por eso debemos ser precavidos, esta información no debe salir de aquí, ¿puedo confiar en ustedes? Harret extendió el brazo para tocar la piedra y Ravenz se lo impidió. – Se hará como el capitán diga – intervino Leimos – las armas tienen dos filos, sí no somos cuidadosos ahora, podríamos salir heridos. El capitán Ravenz se mostró complacido y puso su mano sobre el hombro de Leimos – cuento con ustedes. “Ustedes”, era una palabra que los englobaba a ambos, pero Ravenz miró fijamente a su discípulo más confiable, no al segundo y de acuerdo a los otros recuerdos, más de una vez Leimos sostuvo la piedra en sus manos – ¡imposible! – exclamó Lilith y salió corriendo. No era una piedra cualquiera, era la estrella, literalmente el trozo de meteorito que el capitán Ravenz utilizó para dar inicio a la era de la magia y que salía en todas las ilustraciones de los libros, también se equivocó al creer que Harret estaba celoso del poder de Leimos, no era eso, la fuente de su envidia era el capitán Ravenz, era a él a quien envidiaba, su posición como padre de la magia, su autoridad. Fue el capitán Ravenz quien decidió qué filosofía seguiría la magia, la enseñanza de Leimos o la inmortalidad de Harret, fue él quien lo condenó a ser el segundo, al tener siempre un favorito y fue él quien le entregó la piedra a Leimos y a su hija para que decidieran qué hacer con ella. De regreso en la arena tropezó y cayó al suelo, por la forma en que cayó su tobillo se torció completamente, en el mundo real esa habría sido una fractura de tibia y peroné, pero en el espacio mental, no era ni siquiera un golpe, se levantó, acomodó su tobillo a la posición correcta y convirtió su cuerpo en una estela de luz dorada que rápidamente trepó por el acantilado y entró a la biblioteca a través de la ventana rota. ¡Cómo no lo vio antes! Esa no era una simple biblioteca, era la biblioteca de Malea, con los pasillos llenos de libros, candelabros y una oficina ocupada por el director de la universidad, Lilith le agradeció mentalmente al arquitecto que tuvo la grandiosa idea de publicar sus planos para que el mundo mágico pudiera apreciar su obra de arte, gracias a eso sabía exactamente en qué piso y detrás de qué puerta se encontraba la oficina del director, el verdadero punto de control. Llegó agitada y respirando por la boca, algunas costumbres eran difícil de abandonar, como la de respirar. Las luces se encendieron, además de lo usual en una oficina, el escritorio, la silla alta, una alfombra y pinturas con escenas que cobraban vida, esa habitación tenía un piso lleno de cuerpos apilados y espadas desenvainadas. Simbólicamente, el costo de esa silla se medía en vidas humanas. Al primer paso su pie se hundió en una superficie afilada, en el segundo se raspó y en el tercero un látigo le golpeó el rostro, para el quinto paso, perdió tres dedos por no mirar en dónde pisaba y siguió de esa forma, acumulando cortadas y heridas porque sus puntos de apoyo, eran espadas muy afiladas. – Buen intento, aplaudo el esfuerzo – dijo Lilith. Dentro del espacio mental el tiempo transcurría de una forma diferente, una hora para Harret, eran días enteros que ella pasó en esa fortaleza, cayendo, rodando y rompiéndose cada hueso del cuerpo, no les tenía miedo a las cortadas, lo que de verdad temía, era jamás recuperar su cuerpo. En el último paso una cuchilla se balanceó y Lilith se agachó para que no le cortara la cabeza, se aferró al escritorio y pisó por encima de la madera. Tembló. Harret, que estaba en el asiento trasero de un taxi, cerró los ojos y vio a Lilith trepando hacia el asiento del director, su rabia creció, por ella y por no haberla notado antes. – Mocosa, ¡crees que estoy jugando! Era difícil aferrarse a la madera, pero Lilith consiguió tomar el apoya manos de la silla – algo que aprendí en estos días, tú eres el huésped y yo la anfitriona – se sentó. Lilith se empujó hacia el frente, estaba sentada en la parte de atrás de un taxi, delante el semáforo cambiaba de rojo a verde y dentro de su cuerpo, su sangre se sentía caliente – deténgase – alzó la voz y tomó su celular para llamar al ministerio de magia – vengan, rápido, por favor, necesito ayuda. El taxista frunció el ceño – oiga, ni siquiera la miré, puta loca – estacionó.
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