Secretos Parte 3

2008 Palabras
“Estoy lista” Lilith pensó de esa forma después de terminar su conversación con Percival y la dijo en voz alta para que su cerebro la escuchara, pero después de tres días estaba en blanco. ¡Cómo lo decía! – Sé que me mintieron – le dijo al vacío – sé que ustedes sellaron mi talento, borraron los recuerdos del abuelo y sé – pensó en su madre – que nuestra familia es parte de los seguidores del abismo – terminó de hablar y se talló los ojos. No podía. Porque no importaba cómo comenzará su discurso, la frase, “me mintieron”, siempre estaba ahí. Caminó por la habitación, esa conversación tenía que pasar, estuviera lista o no y era mejor enfrentarlo antes de que se arrepintiera. Sus padres llegaron tarde, las vacaciones se acercaban y ellos tenían que entregar calificaciones y acudir a reuniones con la directora de la academia, Lilith esperó en la sala, vio la puerta abriéndose y los escuchó platicar. – Fue lo que dije en la reunión pasada, perdemos el tiempo viendo los mismos temas – dijo su madre al abrir la puerta y al ver a Lilith, la abrazó – hola cariño, no creerás lo que nos pasó – suspiró – a veces siento que soy maestra de primaria, un estudiante que faltó doce veces este semestre y no entregó cuatro de los seis trabajos que encargué, me preguntó por qué sus calificaciones eran tan bajas – suspiró – no entiendo cómo es que tengo que explicar esto, sí… – Soñé con el abuelo – dijo Lilith interrumpiendo a su madre, se sintió un poco culpable, pero sí no lo decía, perdería la oportunidad – me llevó al museo, también a su casa, a la piscina, llevaba a todos mis primos y sé que no fue un sueño, fue un recuerdo que ustedes me quitaron – los miró – ¿por qué? Jacob se aclaró la garganta – algunas veces los sueños son muy profundos y nos hacen creer que son reales, hija. Lilith sintió una punzada en el pecho – “para que mamá no esté triste y seamos una familia, tendrás que olvidar, no dolerá y prometo que te sentirás mejor, olvidaras las cosas malas y te quedaras con las buenas”, eso fue lo que me dijiste antes de hacerme olvidar al abuelo – lo memorizó para usarlo como defensa – quiero entender, ¿por qué les molesta que sea una maga? – miró a su madre – y si es verdad que nuestra familia pertenece a los seguidores del abismo. Brenda dejó su bolsa sobre el sillón y se sentó. Durante varios minutos nadie habló, Lilith también se sentó y esperó a que alguno de ellos le dijera algo, esas personas no eran extraños, tampoco enemigos, eran sus padres, la cuidaron, protegieron y amaron tanto, que ni por un segundo pensaría en irse y abandonarlos, ese era su hogar, su mundo, su lugar seguro. Jacob también se sentó – no queríamos hacerte daño, lo pensamos por mucho tiempo y llegamos a la conclusión de que era más seguro. Una lágrima bajó por la mejilla de Lilith. – Hija, la magia es muy peligrosa, no lo sabes porque has vivido como una mundana, pero en la realidad la magia nos superó, las problemáticas actuales que los magos enfrentan, son más grandes que su poder mágico, hasta hace un par de generaciones sí un demonio se liberaba, entre tres a cinco magos eran suficientes para derrotarlo, hoy no bastan, esa noche pudimos perderte. Lilith se talló los ojos – no lo entiendo, sí la magia es peligrosa, debieron darme las herramientas para protegerme, no aislarme. – Sí miras al abismo, el abismo te mira a ti – dijo Brenda – involucrarte con la magia nunca terminará bien, hoy en día, los magos que viven como mundanos tienen más oportunidades porque no forman parte de este mundo ni se relacionan con la magia. Lilith se levantó, no dijo ni una sola palabra para despedirse, subió a su habitación, abrió el armario para sacar una maleta y comenzó a llenarla, su único lugar a dónde huir era la casa de su tío, pero era mejor que estar ahí, metió varias playeras, pantalones, calcetas y solo un suéter, después abrió la puerta para ir al baño por su cepillo de dientes y vio a su padre. No quería verlo. – Espera – le dijo Jacob para detenerla – sé que estas molesta, en tu lugar también lo estaría, solo quiero darte esto – lo que tenía en las manos era una caja de música – sí la abres lo entenderás. Lilith miró la caja – ¿es un demonio o es otra maldición? – preguntó con sarcasmo y se sintió como la peor hija del mundo por responderle así a su padre, no quería hacerlo, los amaba demasiado, aun después de saber lo que hicieron, no podía ir en contra de ese amor. Jacob le entregó la caja – por favor, no tomará mucho tiempo. Lilith aceptó la caja, cerró la puerta y se sentó sobre la cama, afuera su padre recargó la frente sobre la pared. Nadie te enseña a ser padre, pero los errores que cometes, vuelven a ti como resentimiento y duran por siempre. A Lilith le ardían los ojos, buscó una servilleta para sacudirse, miró la caja de música y decidió confiar. ***** Un hombre adulto vestido de traje y corbata esperaba un taxi en el aeropuerto, abría la puerta, subía a la parte de atrás y fumaba un cigarrillo, el taxista lo miraba por el espejo, el trayecto duraba veinte minutos, el destino era una casa en medio de la nada y al llegar, el taxista miró hacia afuera – es la dirección que me dio, ¿está seguro de que es aquí? El pasajero usó una jeringa para dejar al taxista inconsciente, lo sacó del taxi y procedió a cavar la tumba, poco después el taxista despertaba y revelaba que una mujer le habló sobre su muerte, una adivina, pero él no la escuchó. El asesino tuvo un mal presentimiento, al día siguiente llegó a la casa de la adivina, quiso seducirla, la acompañó al sótano y ahí, intentó asesinarla. – Detente – dijo la mujer y el asesino se paralizó, ella dio la vuelta lentamente, actuando como una mujer fatal, con un largo vestido de coctel, cabello esponjado y maquillaje pesado – mi querido amigo, fuiste tú quien entró a la casa, y tú quien cayó en mi telaraña. El asesino intentó huir y una criatura aterradora salida de las sombras lo atrapó y lo condujo al infierno. – Y, ¿qué te pareció? A Lilith le tomó un minuto entender en dónde estaba. La caja de música descansaba sobre un librero, había una sala con dos personas, una de ellas era su madre, Brenda, a los dieciséis años, la otra era una chica de la misma edad y acababa de leer un guion en voz alta sobre un hombre que asesinaba a un taxista y después era llevado al infierno por una especie de viuda negra. – Me gusta – respondió Brenda – haces creer que el protagonista es el asesino, pero en realidad es la bruja, suena excelente. La otra chica se entusiasmó – es genial porque Samantha, la chica de la que te hablé, quiere que grabemos en tu casa, es la mejor locación, tienes un sótano, las escaleras que rechinan, podemos acomodar esto como un recibidor, por favor, ¡di que sí!, por favor – suplicó. Brenda miró alrededor, a los objetos mágicos escondidos en la sala y dudó – no creo que a mis padres les guste. – Pero dijiste que se irían de viaje. – Para ver a mi tía abuela que se fracturó la cadera, no para que yo organice una fiesta. – Es una grabación, haremos el cortometraje en dos horas, lo prometo, Samantha ya tiene todo preparado, maquillistas, camarógrafos, guion técnico, convenció a dos chicos del club de computación para que nos ayuden con los efectos especiales, será una obra de arte. Brenda suspiró – se ve que la adoras, creí que yo era tu mejor amiga. La chica la abrazó – tú lo eres, nos darás permiso, ¿cierto? Brenda permaneció en silencio y al final dijo – no, lo siento, mis papas son muy estrictos. Las dos personas desaparecieron y Lilith se encontró sola en medio de la casa. – Hola, soy Brenda, ¿está Paty? Lilith dejó la sala y entró al cuarto del fondo, ahí, sentada sobre la mesa de planchar y con un teléfono conectado a la pared, estaba su madre. – Sí, gracias, la llamaré después – dijo Brenda, se veía triste, recogió sus rodillas y subió los pies a la mesa – de verdad no puedo – susurró y desapareció. Las voces vinieron del recibidor, Lilith dejó ese pequeño cuarto y volvió corriendo a la sala. – Estarás sola cuatro días – dijo la abuela – ten mucho cuidado, el dinero que te dejamos es para emergencia, la alacena está llena, también el refrigerador y sí pasa algo, la agenda está junto al teléfono, tiene el número de la casa de tu tía, llámanos por cualquier cosa. Brenda asintió – lo prometo, ya váyanse – sonrió. Unos minutos después Brenda se sentó en la sala, encendió la televisión, cambió de sillón, buscó un libro y tras fingir que lo leía, lo tomó con las manos y se golpeó la cabeza, Lilith se acercó, conocía la expresión de su madre, sabía que estaba afligida y quería llorar. Poco después la vio volver a ese pequeño cuarto y tomar el teléfono – hola, habla Brenda, podría darle un mensaje a Paty, ya sé que no está en casa – suspiró – dígale que pueden grabar en mi casa, sí, gracias – colgó, veinte segundos después el teléfono sonó y ella respondió – hola, Paty, sí, oye, tengo dos reglas, Paty, por favor deja de gritar, son reglas importantes, no muevan las cosas de lugar, mis padres sabrán que metí personas a la casa sí mueven un palillo, de verdad, lo sé, sí, confío en ti, bien, aquí los espero – colgó la llamada – todo estará bien – dijo y desapareció. La puerta de la entrada se abrió, Brenda fue la primera en entrar, seguida de su amiga Patricia y otras diez personas cargando cámaras, baúles, cajas y floreros. Brenda se veía nerviosa – no dijiste que traerían tantas cosas. – Es para la ambientación – dijo una mujer alta, por su apariencia debía tener arriba de veinte – Diara es una mujer que cree en la unión del ser humano con la naturaleza, no tiene sentido que viva en una casa sin plantas. Brenda frunció el ceño, por su edad actual, no se le marcaban las líneas de la frente, pero Lilith sabía que estaba enojada – ¿quién es Diara? Esa mujer debía ser Samanta, la directora del equipo de producción, cruzó los brazos y miró a Patricia – dijiste que le habías dado el guion. – Lo hice, Brenda, ven – dijo Patricia y jaló el brazo de Brenda para llevarla a la cocina – dijiste que confiabas en mí. – Lo hago, es solo – miró hacia la sala – son muchas personas, les dijiste que tengo reglas, ¿cierto?, no pueden cambiar – giró la mirada – no es cierto, no toquen eso, Paty, están quitando las cosas del escritorio de mi papá, dijiste. – Lo sé – la interrumpió Patricia – pero Samantha dice que tenemos que controlar el escenario, pondremos todo de vuelta como estaba. Brenda negó con la cabeza – es una mala idea, mis padres son muy estrictos. La expresión de Patricia cambió – Samantha tiene razón, no eres realmente mi amiga, estás conmigo porque sí no fuera por mí, nadie te hablaría en la escuela, pero ahora que yo te necesito, me avergüenzas. Brenda se quedó sin palabras.
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