Esa tarde, Benedict se entera de la visita de Alba Castellar a Bella. La sola idea de que esa mujer haya tenido el atrevimiento de presentarse en su oficina, de encararla con amenazas, lo irrita profundamente. Si Bella no le hubiera pedido que se mantuviera al margen, ya habría puesto a Alba en su sitio, sin importarle que Osvaldo, el padre de ella, sea su socio. Toma su celular y marca sin dudar. —¿Sabes dónde está Alba ahora mismo? —pregunta con voz grave. —Según nuestro hombre, la señorita Castellar está en un restaurante con unas amigas, señor —responde Blas con eficiencia. —Perfecto. Pon en marcha el auto. Vamos a hablar con ella. Sin perder tiempo, Benedict baja de inmediato. La molestia le hierve bajo la piel. Apenas llegan al restaurante, se nota la hora pico: las mesas están

