Al llegar, Irene estaba ya cambiada y pronta para regresar a casa, esta vez, junto con Josefina. Las dos estaban sentadas al lado de Lara, quien no quitaba la vista de la carita de Matías. Aun no podía creer tenerlo en sus brazos. Era hermoso y muy tranquilito.
Se veía tan chiquito e indefenso, tan igual a Martín cuando lo conoció… Lara le acariciaba las mejillas, jugaba con sus pequeños deditos… y Matías sonreía, aun sin abrir los ojitos.
En ese momento sintió que cada uno de los días que pasaron desde que se fue de Londres hasta que llegó a Madrid, y cada una de las lágrimas que había derramado por Lucas y los malos entendidos que habían atravesado, habían valido la pena. En ese momento, Lara era la mujer más feliz del mundo. Y él, estaba allí. Pero fue tan hermosa la postal que vio cu
