De ahí en más, Lara decidió mantener su mente en blanco, aislada de cualquier cosa que tuviera que ver con Lucas. Además, no quería ni hablarle y de hecho, iba a ignorarle. No era un día común. Se respiraba nerviosismo en el ambiente de la oficina, propio de lo que solamente ir a pelear por un proyecto de la magnitud que este tenía, podía generar. El del Ayuntamiento era un trabajo muy importante, como todos los demás, pero por lo que implicaba la competencia directa con otras empresas, lo era más todavía. No solo querían hacerlo sino que debían hacerlo mejor que otros para ganar, pues, al fin y al cabo, no se los queda la mejor cara, ni la mejor reputación, sino quien realiza la mejor propuesta, y la más rentable para el Estado. Lucas sabía que aunque tratara de disimular, contaba con