En la mañana no pude responder a Mario, solo cambie con descaro de tema. En este momento nos dijimos a la academia, pero mis pensamientos están perdidos. —¡Amalia! ¿Qué pasa contigo? ¿Me estás escuchando? —Lo siento, Mario, últimamente me siento cansada. —Te decía que estamos a punto de llegar, sé que te gustará el lugar es precioso, además que yo le llenaré con mi encantadora presencia. No puedo evitar reír. —Realmente no puedo contigo, eres un narcisista. —No lo soy, mi boca solo dice la verdad, hermosura. —Está bien, si eso te hace feliz. —Acepta que soy bueno, soy un hermoso dios griego, dilo, Amalia. —Sí eso te hace feliz. Mario, eres un hermoso dios griego, ¿feliz? —Sí, soy feliz ahora. —Eres un tonto. —Sí, pero sabes que amas a este tonto. —Eso es verdad, dios gri