ALGO

638 Palabras

Esa misma noche El palacio estaba en silencio. No el silencio acogedor de los lugares en paz, sino uno denso, casi inquietante, como si los muros respiraran secretos que nadie se atrevía a decir en voz alta. Leander caminaba por el pasillo principal con paso lento, cada eco de sus botas resonando más fuerte de lo que deseaba. Sabía que Altea ya estaba en la habitación. Lo sabía porque había visto la luz de las velas filtrarse por debajo de la puerta, temblando como si también dudaran si quedarse o marcharse. No había guardias. No había protocolo. Solo ellos dos. La noche anterior, el deseo había sido un lenguaje que no necesitaba traducción. Pero esa noche… esa noche no había certezas, ni siquiera la del propio cuerpo. Tocó la puerta con los nudillos, apenas un roce. No necesitaba anu

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