— En serio, ¡no puedo creer que me hayas dejado allí por tanto tiempo! — Se quejaba, Valeria, mientras caminaban juntas hacía el castillo. — Y, ¡ya es tarde! — Se volvió a quejar. — Pero, no hay nadie en casa, solo somos nosotras dos. — Le guiñó el ojo. — Realmente creí que la matarías si no te hacía caso, pero fui timada, la niña te cayó muy bien. — Planteó su punto. — La hubiera tenido que matar, por el bien del clan, lo sabes. — Le respondió sin una pisca de humor. — Eso no tiene nada que ver con que me haya llevado bien o no con ella. — Se encogió de hombros. Al final su hermana estaba aprendiendo a adaptarse a la vida de un vampiro, cruel y sin sensibilidad hacía los otros seres. Una vez estuvieron dentro del castillo, pidieron que llevaran comida a la habitación d