Capítulo 2

2852 Palabras
¿No quieres encadenarme, también? — Bramó ella, ya estaba consciente. Lo primero que vio Rachel al despertar fue un enorme espejo frente a ella, se percató de que ya no estaba con la misma ropa, sino más bien con un vestido de esos para dormir de la moda antigua. Se paró y camino hacía la ventana, era de mañana; la vista era hermosa, esa misma vista dejaba ver cuán lejos se encontraba de la prisión donde estaban los chicos, el ingreso ni siquiera lo podía ver desde su ventana, solo podía ver muros. Fue entonces cuando Klauss ingresó creyendo que ahora, luego de un buen descanso, su hija estaría más dispuesta a entablar una conversación racional. Definitivamente no fue el caso, Rachel se lanzó al ataque ni bien lo vio dentro de la habitación. — Ann — Intentó él con toda la serenidad expuesta en su voz. Firme. Ella respiraba entrecortadamente, con rabia ¿Cómo se atrevía a dormirla? ¡No era su juguete! — Rachel. — Le corrigió aún colérica. — ¡Mi puto nombre es, Rachel! Eso lo descolocó, su propia hija lo estaba desafiando. Le recordaba a su madre, quien tenía el mismo coraje para enfrentarle; ese recuerdo hizo que su sensibilidad volviera otra vez. Al fin y al cabo, era su hija, a quien no había visto por casi veinte años; era consciente de que toda la noticia con la que se estaba enfrentando era difícil de asimilar, por eso trato de ser comprensible. La extrañaba. Desde el día que se fue, no supo cómo sobreviviría sin ellas; sin embargo, cada vez que quería regresar se repetía constantemente que era por el bien de ellas, necesitaba hacerse fuerte para protegerlas. No podía ser egoísta, las ama como a nada en este mundo, y ese mismo amor le permitía ser fuerte. Quería que su hija crezca como cualquier otra niña, sin líos súper naturales ni demonios que intentaran asesinarla. Como a su madre... Siempre quiso que fuera ordinaría, pero él sabía que ella estaba destinada a todo lo contrario, razón por la cual estaba decidido a ser protegerla desde la cima, protegerla de los mayores peligros que enfrentaría. — ¿Qué está mal contigo? — La miró desconcertado, reflejando tristeza en sus ojos carmesí. Su hija ya no lo quería, eso lo destrozaba, trataba de entender por todo lo que estaba pasando, en serio estaba haciendo su mejor esfuerzo, pero ¿por qué no parecía ni un poquito feliz de encontrarlo? ¿por qué parecía que ella lo veía como el único malvado de toda la historia? — ¡Eso es lo que yo debería preguntar! — No, ella no bajaría la guardia solo por verlo decaído. —¡Soy tu maldita hija! — Klauss agradeció que al menos aceptara ese hecho. — Me abandonas, luego mandas a que me vigilen, me ocultas en lugar desértico por quien sabe qué motivos, mientras encarcelas a Erick. — Ese hombre, pensó con malhumor Klauss. — Cuando ellos hablaron de todo lo que podrías hacerles creí que estaban exagerando, me dije a mí misma que tú no eras así. — Rachel respiro suavemente para que le regresara la voz. — ¿Acaso me equivoqué? Estaba perdida. ¿Cómo es que le había pasado tanto en tan poco tiempo? Se sentía ida, sentía como si la persona que tenía en frente fuera desconocida. No confiaba en nada, ni en nadie. ¡Ni siquiera sabía contra quién luchar! Todo era un lio para Rachel, quería al papá que recordaba, pero no sabía si el hombre que tenía frente a ella lo era. Recordó el motivo real de estar aquí, solo quería llevarse a Erick con ella y marcharse de una vez. ¿A dónde? Aún no lo sabía. No tenía conocimiento sobre muchas cosas, sin embargo, si de algo estaba segura es que no debía volver ni por error a su departamento. Al menos hasta que supiera que es lo que ocurría exactamente. — Dad! ¡Estoy en casa! ¿Adivina quién acaba de llegar de su viaje por América? — La voz angelical de una mujer se escuchó por toda la habitación. Rachel entendió que alguien más había llegado al castillo, estaba un poco confundida, como en el libro de Drácula creyó que su padre vivía solo aquí junto a todos sus guardias, de todas maneras, esa era la impresión que había tenía al llegar, ya que no había nada más que no fuera el castillo y la prisión dentro de los muros, al menos no a simple vista. ¿A quién llama «Dad» ?, pensó internamente, Rachel. Cuando la encarnación de aquella voz ingreso a la habitación, Rachel no pudo visualizarla con claridad, ya que su accionar fue demasiado rápido para su vista humana. Lo único que sus ojos descubrieron fue el efusivo abraso que le dio a su padre. ¿Qué estaba pasando? ¿Quién era ella? Se volvió a cuestionar, mientras todo le daba vueltas. No sabía lo que ocurría, y su cuerpo le estaba fallando. Segundos después, todo se volvió n***o. Otra vez.         Las horas pasaban y aún no tenía noticias de Rachel, mucho menos de su amigo. Constantemente repetía el mismo proceso, buscando algo de información en la mente de los guardias, pero no había nada útil; comenzaba a creer que sus habilidades le estaban fallando ahora que el Rey había ordenado que lo desangren, el proceso era repetitivamente doloroso ya que las heridas se curaban rápidamente, bueno, eso al principio. Ya había pasado mucho desde que vio a Rachel. ¿Cómo se le ocurrió ir a ese lugar? Él no lo entendía, no le cabía en la cabeza la razón real del porque la humana había hecho tal locura. Y no, no solo se refería al hecho de pasar por los guardias con la sola idea de sacarlo de ese calabozo; sino, también, de aquel beso. ¿Por qué podría importarle un vampiro? No debió arriesgarse por mí, pensó, Erick. Pero, no estaba en posición de hacerse ese tipo de cuestionamientos, teniendo en cuenta que no pudo dejar de pensar en ella, ni por un solo minuto. La extrañaba y en realidad había querido tanto verla, sentir su olor. Todo. Por eso cuando la vio, pensó que estaba soñando. Un sueño sonaba más real que pensar de ella estando en ese lugar. Sin embargo, por poco real que sonará; ella estaba ahí, por él. Y, aunque en un principio no tuvo espacio para otro sentimiento que no fuera el miedo de que algo le pasará; ahora sonría internamente por ello. Ella era valiente, eso lo enamoraba. ¿Lo enamoraba? No se había percatado de sus sentimientos por ella. No quería admitirlo aún, es decir, la humana era hermosa; no solo hermosa parecía a un perfecto ángel. No, no, concéntrate ese no es el punto, riño internamente.   Respiro fuerte, exhalando todo el aire que le fuera posible. Ella podría estar en problemas posiblemente, no debería estar pensando en cosas tan... Vanas. Sentirse culpable, ¿estaba bien? No podía hacer nada por ella desde ahí, ni siquiera le importaba que estuviera sentenciado a muerte. Lo que Erick no entendía era que no siempre él tenía que ser el protector, algunas veces podía permitirse tener a una heroína que lo salvara también. Solo quería lo mejor para ella, siempre fue así, desde que se volvió importante para él. Siempre buscando la mejor opción, la que no la dañara, tratando de protegerla de lo inevitable, culpable por haberse dejado llevar por la droga que era su sangre, pero nunca arrepentido de haberla conocido. Incluso ahora, sabía que volvería a dejarlo todo por ella si fuera necesario. Rachel era especial, ahora lo tenía claro. Sin embargo, también entendía que ella era humana y él un asesino. Eso era todo. El solo hecho de recordarse quien era, marcaba todo; ella y él estaban divididos por una línea imaginaria que le estaba prohibido cruzar, aun así, anhelaba hacerlo. «Ella es valiente», recalcó su mente.       La cabeza aún se sentía pesada, mas todo su cuerpo estaba tan caliente y ligero, perfecto para despertar. Abrió los ojos con un poco de pereza; lo primero que halló fue una pared blanca, el cual al parecer era el techo del lugar donde estaba, siguió mirándolo por un par de segundos, analizando su posición. El techo... Se sentó tan rápido que por un instante pensó que su cabeza la aplastaría de lo pesado que se sentía. ¿Era la segunda vez que perdía la consciencia o lo estaba imaginando? Le costaba relacionar sus recuerdos, así que trato de hacer algunos nuevos. Primer tip de supervivencia: Análisis de campo. Paredes oscuras y una cama muy suave, es lo único que podía identificar con claridad, ¿dónde estaba? Volvió a mirar detenidamente, tratando de identificar algo. Nada. No reconocía ese lugar, es decir, se sentía tan distante a ella que al instante tuvo el sentimiento de no haber estado ahí antes. Sintió algo de miedo. Era cierto, Rachel había sido llevaba a la habitación de la princesa Valeria, personaje que se presentará adecuadamente en su debido momento; lo importante era, Rachel Steven jamás había pisado esa habitación como jamás antes había pisado el gran castillo n***o, hasta ayer. Suficiente razón para ponerla en alerta. En cierta forma, no debería sentirse tan fuera del lugar; al fin de cuentas ¿no era acaso, la heredera de todo eso? Pero, la única impresión que tuvo Rachel al estar completamente despierta fue salir huyendo lo más pronto que pudiera del lugar. No importaba cuantas veces lo mirase, la sola estructura de esta habitación le daba desconfianza. No había dispositivos tecnológicos (es decir, TV, router o cualquier tipo de conexión al mundo exterior); no había nada más que un espejo mediano (nada parecido a la otra habitación) junto a un estante enorme, una mesita de noche, un escritorio, dos puertas que parecían conducir a algún lado y un balcón, al menos no era una prisionera del todo. Se puso de pie comenzó a revisar las puertas, una conducía a un enorme y hermoso baño, el otro a un guarda ropa tan gran como el tamaño del baño, esto solo lo había visto en las películas, ¡la sola habitación ocupaba todo su departamento! Continuó con su camino hacía el balcón, aún seguía en camisón, razón por la cual al salir sintió fácilmente la brisa chocar contra su cuerpo. La vista era demasiado increíble, surreal, se quedó sin palabras, ella estaba dándose cuenta que en serio estaba dentro de un castillo enorme, tan enorme que todo se veía a la distancia, lo único que más se pronunciaba a su vista eran los muros de estilo neorrománico como el castillo, ella sabía un poco de historia europea. El castillo n***o era una de los monumentos más hermosos que se había visto antes, decían muchos de los que tenían el privilegio de hospedarse ahí, en otras palabras, solo seres sobrenaturales. Y es que, a pesar de haber sido construida en el mundo vampírico, la arquitectura era lo más parecido al Neuschwanstein; por el color opuesto al monumento turístico, se decía que este último representaba algo celestial, mientras el castillo n***o el infierno. El castillo que Klauus había construido en los primeros siglos de vida era una autentica belleza de estilo románico, vivió allí por mucho tiempo hasta que se marchó intencionalmente, nunca nadie supo nada de la existencia certera del castillo, eso era lo que más le gusta, su difícil ubicación. Al ser atrapado en todo el lío del mundo humano, se vio obligado a reconstruir su creación, no era el mismo risueño que aquellos días, sentía que debía asegurar su posición y para eso mando a construir el castillo del triple del tamaño del original, con materiales oscuros que al finalizar el trabajo dieron al castillo un tono oscuro perfecto. La vista era hermosa, demasiado hermosa, desde ese balcón Rachel podía ver una vegetación abundante, arboles preciosos que no parecían peligrosos en lo absoluto. Bajo la mirada hasta encontrarse con la prisión, ahora que se sentía mejor debía irse; volvió a mirarse recordándose que no tenía su ropa con ella. Entró rápidamente por la puerta que conducía al vestuario, eligió unos vaqueros y un camisón que le permitiera deslizarse con facilidad, coincidentemente las botas le calzaban perfectamente. No sabía aún a quién pertenecía esa habitación, pero, de todas maneras, debía ser una mujer (por el estilo) muy importante. —     Seas quien seas, agradeceré no te enojes por la ropa tomada. — Habló en voz alta mientras se terminaba de cambiar. Su padre podía llegar en cualquier momento, así que se apresuró en ponerse todo lo obtenido y amarrarse en un moño ese cabello castaño. Se fijó alrededor, no podía bajar por el balcón porque sería un evidente s******o, eran metros de altura, su única opción era la puerta, pero tenía miedo de que alguien la estuviera esperando afuera. Cuando, luego de algunos minutos, se tragó su cobardía y luego de titubear demasiado, abrió la puerta; sintió alivio al no encontrar a nadie esperando por ella, no podía creer que su padre la hubiera dejado sola. Tomó ventaja de eso y corrió todo lo que pudo por el inmenso pasillo esperando encontrar alguna escalera que lo llevara a la pieza principal. —     Debe haber un maldito teléfono al menos en la planta principal. — Pensó en voz alta mientras caminaba. — Debo encontrar la manera de comunicarme con el exterior. Siguió caminando, parecía que el castillo estaba desértico o era que ya se había perdido en su primer intento de escape. Cuando llegó a las escaleras que unían la planta principal, se detuvo; ¿qué sentido tenía contactarse con el exterior? Lo único que haría era poner en peligro a sus amigos, y Rachel no buscaba eso. Fue, de hecho, la razón por la cual tuvo que dejarlos inventándose un viaje a lo desconocido. —     No puedo creer que seas tan mala armando planes. — Se regañó a ella misma por haber perdido tanto el tiempo. — Debo encontrar una salida menos obvia, antes que alguien me atrape. — Exhaló. Lo único que le quedaba era salir del castillo, dejar los muros, regresar por donde había venido, algo debía serle útil allá, estaba segura que podría encontrar más herramientas para protegerse de los ataques de aquellos vampiros y rescatar a los chicos. O… ¿Podría encontrar algunas herramientas en este mismo lugar? —     Todo castillo tiene un depósito de armas para cualquier ataque o defensa, debe haber algo así aquí también. — Se animó. Comenzó a caminar por la dirección menos recorrido, más escalofriante porque se encontraba demasiado oscura, siguió caminando con cuidado sin hacer mucho ruido, felicitándose así misma por haber llegado tan lejos por sus propios medios. —     ¿Estamos jugando a las escondidas? — Una voz femenina la sobresaltó. Valeria había visto a Rachel desde hace algunos minutos, ella había pedido a su padre que la llevara a su habitación para que pudiera estar más cómoda, sin embargo, cuando no la vio ahí, le invadió la curiosidad. ¿Qué estaba tratando de hacer? Tuvo que hablar al verla esconderse detrás de una pared, verificando si había alguien a su alrededor. Rachel olvidaba que estaba en un castillo custodiada por vampiros, los vampiros debían ser más sigilosos que ella. Por primera vez en el día se sintió estúpida. Evidentemente, tampoco pudo evitar dar un grito cuando escuchó la voz de la Valeria detrás de ella, sintió que el alma se le fue por unos segundos. Aun sin ánimos de rendirse, la valiente humana continuó su travesía, sin importarle el hecho de que alguien ya la había visto. Rachel corrió todo lo que le fue posible hasta la primera planta, siempre mirando hacia atrás para verificar que sea quien fuera ya no estuviera detrás de ella, esperaba (en su imaginación) que aquella mujer perdiera su rastro. » ¡Vamos! Sal de una vez, ¿de veras tengo que encontrarte otra vez? — Volvió a hablar al vacío, Valeria. Podía sentirla, sentir como se agitaba su corazón, sabía que estaba cerca; lo que aún no entendía era la razón por la que trataba de huir, porque parecía intentarlo, eso o se escondía por puro deporte. En su condición, no había forma que lo hiciera por puro gusto, la humana estaba demasiado débil físicamente, no había probado bocado en días, ni siquiera entendía como seguía en pie. —     ¡Aléjate de mí! — Gritó Rachel corriendo hacia lo que parecía una salida. Valeria entendió que ya la había dejado descontrolada por mucho tiempo, si se desvanecía como la última vez, tendría problemas serios con el Rey; podría ser muy la princesa de este castillo, pero sabía todo lo que su padre había pasado para decidirse y traerla a este mundo. Lo mínimo que ella podía ser era cumplir su parte. Se paró frente a la puerta pequeña que conectaba con el exterior, fuera de los muros; Rachel la miró un tanto sorprendida y molesta. Con voz cantarina saludo: —     Hello, Little Sister.  
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