Capítulo 3

2955 Palabras
Horas antes del encuentro…   —     ¡No es justo! ¿Por qué se tiene que desmayar justo cuando la voy a conocer? — Se quejó nuevamente. Valeria estaba de viaje por algunos lugares de Ámerica, ella solía estar siempre en contacto con el mundo humano, decía que eso era lo que le daba sentido a su aburrida vida en el castillo. Sin embargo, su viaje terminó cuando su informante del castillo, le avisó que la pequeña Annabelle había llegado antes de lo previsto. Se olvidó de los detalles humanos como tomar el avión para llegar hasta el otro continente, ella era definitivamente más rápida que un avión. Estaba muy ilusionada por verla otra vez, aunque probablemente, ella no la recordase; pero, al mismo tiempo, se sabía preocupada por la situación. Algo no cuadraba con toda la información que había obtenido. ¿Dónde estaban los muchachos sí solo ella estaba en el castillo? Se supone que Erick y Christopher estarían cuidando de ella, pero su informante no los había mencionado y había jurado no saber nada cuando Valeria preguntó por ellos. Eso solo significaba que las cosas habían salido mal, que los había obligado tomar nuevas estrategias. Seguro padre los envió a una misión de emergencia, fue lo que pensó como conclusión. —     No te impacientes, ya despertará. — Le respondió, su padre, en tono calmado. —     ¡Aun así sigue siendo injusto! — Volvió a quejarse innecesariamente. — Quiero decir, regresé lo más rápido que me fue posible para volver a verla y ella se desmaya justo cuando me ve. — Su padre no dijo nada. — Además, ¿cómo es que me tuve que enterar por alguien más que ella estaba en casa? Padre, ¿hay algo que necesite saber? — Pidió sin ser ruda, sabía que esas cosas no funcionaban con Klauss. —     Luego sabrás lo que tengas que saber. — A pesar de que su rostro no mostrara ningún indicio de alguna disconformidad, su voz sonaba poco segura. — Debo irme ahora. — Klauss comenzó a caminar hacia la salida. — Tengo una reunión urgente, por favor encárgate de ella. — Vio como una sonrisa traviesa se reflejaba en el rostro de la joven, y advirtió: — Solo no la veas sin mí, ya de por sí ha creado muchos malos entendidos. La desilusión reemplazó al instante aquella sonrisa, había esperado tanto para poder abrazarla y recuperar el tiempo que no estuvieron juntas, ¿y su padre le pedía que esperara un poco más? Bufó, siendo consciente de que el Rey debía tener sus razones y, probablemente, esas razones estaban vinculadas al hecho de haberla traído así tan de repente. Porque él la trajo, ¿no?, la cuestión paso por su mente. —     Es decir... ¿Tengo que esperar a que vuelvas? — Su padre asintió. — Pero… —     Valeria no voy a ceder en esto. — Le advirtió. — Será mejor que Annabelle esté en el castillo para cuando regrese. —     No es como que pueda escapar…— Murmuró creyendo que su comentario era tan improbable como estúpido. — Padre…— Fue detrás de él, al ver que se iba. — Al menos déjame saludarla. ¡Esas estúpidas reuniones tardan horas, no puedo esperar tanto! — Pidió olvidándose de algunas formalidades como la manera en la que se dirigía a todo lo relacionado con el consejo. —     Primero, ten cuidado con lo que dices... — Ella se dio cuenta de su error y agachó la cabeza. —     Lo siento. — Era irónico que justamente por su cargo no podía ir contra las reglas, muchas de las cuales estaba en contra. —     Segundo, no quiero que la asustes. — Ella abrió su boca formando una completa “O”. Parecía un tanto indignada. — Sabes a lo que me refiero, — aclaró Klauss advirtiendo que no se trataba de su naturaleza o físico, asuntos con los que siempre lidiaba Valeria. — ella no te recuerda, Val. — Ese hecho le dolió más, pero no dijo ni hizo nada. — La asustarías con tanta efusividad sin razón, desde su punto de vista. —     No sabe que existo, lo olvidé. — Remarcó cabizbaja. —     Vamos de poco en poco, ¿de acuerdo? — Klauss le dio palmadas en el hombro como consuelo antes de marcharse. La joven regresó a su habitación y caminó hacia el balcón, miraba el paisaje y como la figura de su padre se perdía en él. Se giró para observar la pequeña silueta sobre su cama, no podía explicar ese sentimiento, muy parecido a la nostalgia. Los seres sobrenaturales (especialmente los vampiros) desarrollaban sentimientos limitados, pero Valeria era distinta, ella sentía cosas que no sabía cómo describir y tampoco podía compartir con nadie porque no había quien le dijera que eran aquellos sentimientos. Por eso le gustaba el mundo humano. Fue hasta la cama enorme donde dormía su hermana (ella la consideraba así), se detuvo en la parte inferior de esta para sentarse; contempló desde su posición el rostro de Rachel, era muy parecida a la suya salvo por el color de su cabello (no podía ver sus ojos por obvias razones), el color de su piel era el mismo, aun así, Rachel tenía la piel característica de un humano. Pequeñas diferencias. —     Daria toda mi habitación porque me recuerdes, Anni. — Valeria apreciaba mucho los diseños materiales. Ella había diseñado el castillo. No pude quedarse más tiempo porque la llamaron, a través de su conexión con los subordinados; la necesitaban en la cocina para resolver un problema con la cena de bienvenida que estaba armando desde que llegó, sin el permiso del Rey, para detallar la situación. Salió de la habitación dejándola entre abierta. Poco después, cuando ya había solucionado el pequeño inconveniente de provisiones con la encargada de cocina, recordó que no dejó a nadie a cargo de su hermana. Se maldijo así misma mientras regresaba a toda velocidad a su habitación, esperando que la castaña no haya despertado aún. Llegando a la habitación se dio cuenta de que su padre la regañaría por su irresponsabilidad, no había nadie en ninguna parte de la habitación, más por el contrario, el camisón que tenía puesta estaba sobre la cama; de todas maneras, ¿por qué iba querer escapar?, pensó Valeria exhausta, tal vez solo se fue a recorrer el castillo. —     A menos que padre no me haya contado algún detalle específico de la llegada repentina de Anna. — Pensó en voz alta. — De todas, mi informante no pudo darme razón del porque los chicos se habían adelantado al traerla. — Se paró de la cama. — ¿Dónde rayos está ese par, a todo esto? No los he visto desde que he llegado, ¿será que el Rey los envió a otra misión? — Bufó. — Agh. Tengo tantas preguntas, será mejor que me asegure de vigilar a mi hermanita. Saltó por el balcón y alertó a los guardias para que vigilaran que su hermana saliera del castillo, lo mismo en cocina y al resto poco de los integrantes que servían a la realeza. Se quedó un buen tiempo en cocina, estaba más tranquila ahora que todos los subordinados esperaban vigilantes encontrarse con la humana. Obviamente ellos no sabían que era humana, Klauss había preparado por tanto tiempo el reencuentro con su hija que tenía todos los posibles peligros bajo control; Rachel no lo sabía, pero tenía impreso una especie de tatuaje con el símbolo del clan en la espalda baja, ese pequeño escudo le permitía no emitir el típico olor a comida para el olfato de los vampiros. —     Debería buscar yo misma, mi padre no tarda en llegar. — Le dijo a la vampiresa que se estaba encargando de la cena. —     Así dejas de comerte mi comida. — Se quejó está, era una amiga de la pequeña ciudad vampírica que gobernaba su padre. — ¡Ya ve! Valeria se alejó sin tener muchas opciones, no le gustaba mucho jugar a las escondidas, pero ya comenzaba a preocuparse porque parecía que el sol ya se quería ocultar. Lo que más la aterraba era que realmente se hubiera perdido dentro del mismo castillo o lo que era peor, que hubiera ido a visitar las otras instalaciones, como la prisión. La vampiresa no era consciente de la realidad que estaba viviendo Rachel por lo que su opción más aterradora era que la humana se acercara a la prisión del clan que dirigía su padre; lo gracioso de la situación era que Rachel esperaba lo contrario. Para Valeria esa instalación era la más peligrosa por mostrar a un humano, las condiciones en las que se encontraban los prisioneros era demasiado para que un humano lo presenciara. Comenzó luego de verla caminando por uno de los pasillos que daban con una salida alterna. Le hacía mucha gracia ver a su pequeña hermana tratando de esconderse. La vampiresa tuvo que presentarse en esas circunstancias, sabiendo que se ganaría un regaño por parte del Rey. —     Hello, Little Sister. — Valeria hizo un ademán con su mano derecha. Se preguntaba porque continuaba viéndola de esa forma. Tal vez no entiende inglés, pensó. —     Salud... Anabelle. — Intentó esta vez en francés. Nada, la muchacha seguía con la misma mirada. Por otro lado, Rachel no entendía porque esa chica la estaba tratando como retrasada. ¿Por qué la estaba saludando de esa manera? Querrá llamar la atención, fue lo primero que se le vino a la mente. —     ¿Quién eres tú? — Preguntó sin rodeos. — ¿Es alguna rara cultura de aquí llamar “hermana” a un desconocido? — La miro nuevamente. En un primer momento le sorprendió mucho la similitud de sus rasgos, luego ese sentimiento se convirtió en molestia. Desde los ojos de Rachel, aquella mujer era su versión mejorada, bueno desde la vista de cualquier humano, en realidad. Valeria era la perfección en persona, como esas modelos que se ve en las publicidades de marketing, con la diferencia que Valeria no llevaba filtros, su belleza era natural. —     Yo… Esto… — Río nerviosa. — Esa es una interesante pregunta. — Había copiado esa frase de su último viaje. —     ¿Cómo es que tienes una piel tan perfecta? — Admiró casi con molestia Rachel. —     Eh, así nací. Gracias, también me gusta tu piel. — Esa pequeña conversación había sido extraño para ambas. Rachel estaba comenzando a interesarse por ella. — Anabelle... — Ni siquiera había terminado la frase cuando se encontró con los ojos penetrantes de Rachel. —     ¿Annabelle? — Klauss debió haberme mencionado, rescató. — Supongo que conoces a Klauss, ¿no es así? — Valeria asintió. — No estaré mucho tiempo aquí, pero prefiero que me llames Rachel si nos volvemos a encontrar. — Valeria volvió a asentir, no quería asustarla como había predicho su padre. — Dime, ¿cómo te llamas tú? ¿también eres uno de ellos? — La voz de su padre no la dejó continuar. —     ¡Valeria! — Ambas lo vieron llegar, su rostro no lo demostraba, pero estaba un tanto alterado. El ponerle ese tatuaje sobre su piel incapacitaba a todo vampiro a sentir su olor, por ende, su presencia; por lo tanto, no era raro verlo inquietarse al no encontrar a su hija en la habitación donde él la había dejado al cuidado de su otra hija. —     Sigo aquí, su alteza. — Imitó una reverencia falsa, Rachel. — No podría irme ni aun quisiera. — Balbuceo lo último. —     Hija…— Era evidente que todos allí habían escuchado el balbuceo. — No te comportes como si fueras una prisionera. —     Perdóname sí me expreso de tan mala manera cuando me tienes aquí en contra de mi voluntad. — Klauss arrugó la frente. Valeria solo escuchaba atenta. — Dime, sí esto no es una prisión, ¿qué lo es entonces? ¿Será lo que le estás haciendo a ellos? — Tragó saliva al recordar a Chris ensangrentado. — ¡Serás un monstruo ante mis ojos si los dejas morir! Un buen líder jamás debe elegir castigar a sus inferiores solo por no estar de acuerdo con sus decisiones. Si dejas que Erick y Chris sigan sufriendo en ese lugar, no serás ni un buen Rey, ni un buen padre, serás nada. — Valeria paro los oídos en aquellos nombres. —     Padre, ¿qué…? — Valeria no estaba segura de que palabras utilizar. — ¿Dónde están los chicos? — Klauss supo lo que venía. — ¡Papá! Respóndeme, — Rachel la miró sin entender que estaba sucediendo — ¿dónde están los soldados que enviaste para que cuidaran de ella? ¡Respóndeme! —     Valeria, compórtate. Eres la princesa de este reino, recuerda tu posición. — Le llamó la atención. —     Dime dónde están, Klauss. — Su voz sonaba muy pesada. Rachel se percató de la mirada intensa de la rubia y como el vidrio que adornaba el alumbrado del techo comenzaba a mostrar quiebres junto a un sonidillo escalofriante. Klauss también lo notó, por lo que, supo era necesario que la calmara. —     Val, prometo que te pondré al tanto de la situación. — Valeria respiró con más calma, no necesitaba hacerlo, pero lo hacía. — No puedo lidiar con ambas ahora mismo, ¿puedes dejarme a solas con tu hermana? — Rachel pestañeó varias veces sin creer lo que había escuchado. Valeria asintió dándose cuenta de su posición, aunque no quería aceptarlo, tenía todas las de perder, el Rey era por mucho su superior, además no le gustaba la violencia innecesaria, se enteraría de lo que estaba sucediendo por las buenas, sabía que había esperanza mientras no hubieran sido decapitados. No hizo ningún comentario adicional, simplemente se fue del lugar. Ahora estaban solos, Rachel y su padre. —     Acabas de decirle que yo era su hermana, ¿o me estoy volviendo loca? Porque claramente no recuerdo tener una hermana. — Rachel no sabía que resolver primero, todo era un enredó, todo lo que sucedía la alejaba de su único objetivo. —     Ann... — Comenzó el Rey. —     ¿Podrías, al menos, no llamarme por ese nombre? — Pidió cansada. Él asintió. ¿Cómo debía llamarla? Para él siempre fue su pequeña Ann, ya había crecido lo sabía y ahora era toda una adulta. Le recordaba a Rosa, su madre. Él sabía lo difícil que fue para su hija, sin un padre que la apoyará. Sin embargo, tanto él como Rosa deseaban que su hija tuviera una vida común como cualquier otro humano e hicieron todo lo posible para que ese deseo cobrara vida. —     Hija. — Esa palabra dolía en los oídos de Rachel. —     ¿Te refieres a mí? — Cuestionó sarcástica. — Al parecer tienes otra hija, ¿cómo nos la ocultaste? — A los ojos de Rachel, la vampiresa aparentaba su misma edad. —     Sé que hay mucho que explicar, pero no lo puedo hacer con esa actitud tuya. — Rachel no entendía el descaro de su padre. Lo cierto era que Klauss era especialista analizar el comportamiento de los seres con los que había convivido, por eso, sabía el momento y la manera adecuada de utilizar las palabras sin que estas se distorsionaran. Él sabía que su hija lo veía como un enemigo, las explicaciones no servían si la mente no estaba dispuesta a ceder. —     ¿Y cómo se supone que deba reaccionar? — Quería gritar. — Estoy cansada de esto, trato de tenerte tantita esperanza, pero cada vez sales con alguna mierda más. —     Entiendo la presión que estas sintiendo. — Por alguna razón esas palabras la consolaron. —     Si lo entiendes, explícame que está sucediendo aquí. — Quería saber más. —     Es cierto, ella es tu hermana. — Se ríe, sarcástica. —     No recuerdo tener ninguna hermana. — Sentencia. —     Ella lo es. — Afirma Klauss. —     ¿De dónde la sacaste? Ella no es hija de mi madre, ¿cierto? — El silencio de Klauss fue tomado como una respuesta. — ¿Te fuiste con alguien más? ¿Fue así...? Tú... ¿Por eso nos abandonaste? — La sola idea la deja sin palabras. —     No hija, no. Nunca les haría algo como así. — Explicó tan rápido como pudo, el Rey. — Son lo mejor que me ha pasado en toda mi vida. —     ¡No es cierto! Nos abandonaste, ¿no lo recuerdas? ¡Ya deja de mentir! — Rachel lo creía cada vez más cínico entre Klauss más hablaba. —     Losé, no vas a creer en lo que te diga. — Con justa razón, se respondió ella. — Por eso no puedo conversar contigo hasta que dejes de comportarte como una niña malcriada e intentes por lo menos entender tu realidad. —     ¡Yo no soy una niña! — Aclaró molesta. —     Pues ahora mismo lo estas demostrando. Así que, no vengas a verme hasta que estés lista para una conversación con tu padre. — Dicho esto Klauss dio media vuelta y comenzó su partida. — Por cierto, — se detuvo— no intentes huir. Si quieres seguir con vida. — Eso sonó como una amenaza ante los oídos de la humana. El complicado Rey ahora tenía que dirigirse a su despacho donde, gracias a sus dones sabía que, su otra hija lo estaba esperando para hablar del mismo tema. Klauss no tenía quejas, sabía que muchos se alzarían en contra de su decisión de tomar cautivos a sus propios hombres, es que se trataban de los más queridos del clan. —     ¡No te preocupes que no me pienso ir sin él! — Le grité mientras lo veía partir.
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